La película es producto de la convocatoria del productor italiano, y salió a la luz en 1963. Cada uno de los directores debía crear una pequeña película, de no más de treinta minutos, donde expresase su particular visión de la contemporaneidad. El resultado es un mosaico multiforme, en donde las distintas visiones de la realidad se aunan en un discurso que intenta registrar, bajo la forma de las diferentes estéticas y lenguajes, los cambios que está sufriendo la cultura y el mundo. Los cineastas se posicionan frente al meteórico crecimiento de la sociedad de consumo, del desarrollo tecnológico, el psicoanálisis, los experimentos nucleares… constituyendo una identidad novedosa, un cine nuevo .
El título es el acróstico formado por la primer sílaba o letra de los directores, el subtítulo es «Lavémonos el cerebro«, y como preámbulo se anuncia que «los autores cuentan los alegres principios del fin el mundo«. Visión apocalíptica o crítica y lenguaje desestructurado y satírico que le quita dramaticidad a esa visión de mundo, son los dos elementos que se anuncian como identificación del conjunto, como marca de grupo, de este nuevo cine.
Registro de comedia, tono irónico, humor, sarcasmo, un tanto de nihilismo, y un gran compromiso por registrar la realidad cambiante en los inicios de la década.
ROBERTO ROSSELLINI: LA VIRGINIDAD
Una de las últimas películas de Rossellini y la primera vez que incursiona en el género de la comedia: Virginidad se inscribe dentro de la tradición de la «comedia a la italiana», género cuya característica es que su final nunca es totalemente feliz. Elemento diferencial respecto a la hollywoodense, en la que el final feliz es indispensable.
El corto muestra los adelantos tecnológicos y los cambios que produce en la comunicación, en las relaciones, en la percepción del tiempo y el espacio, en las subjetividades. Las distancias se acortan, lo virtual irrumpe en lo real, las redes sociales están aquí ya prefiguradas: la azafata registra todo lo que ve y a ella misma con su pequeña filmadora y se lo envía a su novio, las imágenes reemplazan a las cartas y también a la presencia real.
El psicoanálisis es otro elemento que entra en escena: el amigo del novio, el psicólogo, es quien interpreta, diagnostica y manipula las conductas y las situaciones para neutralizar el acoso. La pulsión consumista se ramifica hasta los sentimientos y los deseos libidinales.
Ya no es asunto de sentimientos, sino de ciencia. Pero los estereotipos de mujer, buena o mala, sigue en pie.
JEAN LUC GODARD: EL NUEVO MUNDO
Godard diseña un futuro distópico, una visión oscura del futuro: tras una catástrofe nuclear que transforma a los humanos, el protagonista contempla con perplejidad como su mujer comienza a comportarse extrañamente. Con muy pocos elementos,el relato se va impregnando de una atmósfera de absoluto extrañamiento. Un mal desconocido invade la subjetividad. Falta de sentido moral, ruptura de la lógica, histeria, uso de medicamentos, malestar, desconocimiento de sí mismo y del otro. La ciudad y el mundo cambian. Las personas se vuelven autómatas, es el fin de la libertad.
Usando el formato de pseudo ciencia ficción, Godard parece relatar, bajo la forma del fin del mundo, el fin del amor. Ese misterio o hecho inexplicable que hace que dos personas que se amaban terminen por ser prácticamente desconocidos. Como una explosión atómica.
PIER PAOLO PASOLINI: LA RICOTTA
El de Pasolini es el tramo más interesante de ROGOPAG, y el que justifica tal vez que estemos hablando de esta película. Así como para Rossellini era casi un final de carrera, para Godard un estudio o preludio del cine que hizo a continuación, para Pasolini es un cambio respecto a las películas anteriores, a la vez que es motivo de polémica política y religiosa, caracter éste que acompañará toda su producción.
Pasolini se dio a conocer cinematográficamente en 1961, año en que había debutado con Accatone, y en 1962 estrenó Mamma Roma, ambas siguiendo la línea del neorealismo, y ya con su tono desafiante. En esta última preanuncia el simbolismo cristiano y el paralelismo con la muerte de Cristo, que desarrolla en La ricotta.
El relato que desarrolla La ricotta describe un rodaje caótico, donde la anarquía de los actos sustituye a la rigidez formal buscada por el director (un Orson Welles que es el alter ego de Pasolini), dando como resultado, a primera vista, un divertido y dinámico fresco, muy italiano, con un tono muy fellinesco.
Narra el rodaje de una superproducción sobre la pasión de Cristo en las afueras de una gran ciudad en pleno “desarrollo” —localización tan típicamente pasoliniana—. Se centra en dos personajes: el director, de quien Pasolini se sirve para arremeter contra el creciente carácter conformista y reaccionario de la sociedad italiana de la época, y Stracci (trapos), un extra que es un lumpen cuya única obsesión es llevarse a la boca algo que comer mientras se dispone a interpretar el papel del “buen ladrón”. Al final, objeto de humillantes burlas por su fijación con la comida, acaba siendo el que muere en la cruz, fruto de una indigestión de ricota.
La ricotta es la representación popular, no ortodoxa, en clave paródica y dolorosa, de la Pasión de Cristo, donde lo profano y lo sagrado, lo cómico y lo trágico, las blasfemias, los insultos, las vulgares carcajadas, los bailes desenfrenados y el striptease de una comparsa en el papel de santa, se entremezclan desacralizando la Pasión.
La historia de la Pasión es para Pasolini, como lo expresa en el Prólogo, «la más grande que yo conozca, y los textos que la narran los más sublimes que nunca hayan sido escritos”.
La ricotta se abre con una escena de twist, ese ritmo que simboliza los nuevos tiempos, bailado por dos jóvenes, en colores. El cortometraje mantiene un ritmo frenético hasta el final, y utiliza las viejas técnicas del cine mudo, sobre todo de su amado Charles Chaplin.
Rico juego de contrastes simbólicos, con el que Pasolini se propuso diagnosticar (proféticamente) algunos de los síntomas de la modernidad incipiente: la espectacularización como forma de enmascarar la realidad social y económica de las clases populares, la aculturación y barbarización de la juventud, el desprecio de ese nuevo sujeto consumista, los padecimientos y valores del pasado que representa el personaje de Stracci, que debe morir para ser merecedor de una atención sincera.
Con este transfondo, el corto expone las inquietudes y pasiones del director: es una denuncia de las opresiones, una manifestación política, una apuesta por los pobres, una exposición de los flirteos homosexuales, una ambigua declaración de su fervor religioso, que no fue bien comprendido ni recibido por el Vaticano,por su lenguaje ambiguo y polémico.
El mensaje pasoliniano fue interpretado por las autoridades como la exaltación del “buen ladrón” en detrimento de la figura de Cristo, por lo que Pasolini fue procesado por “vilipendio a la religión del Estado” y condenado a cuatro meses de cárcel.
Como lo hará luego en El Evangelio según San Mateo (1964) Pasolini demuestra su obsesión en la búsqueda de la pureza religiosa arcaica, de un mundo de creencias y un ideal de humildad.
«Mi intención fundamental –dice Pasolini– era representar, al lado de la religiosidad de Stracci, el contraste con la carcajada vulgar, irónica, cínica, incrédula del mundo contemporáneo. […] Pienso en una representación sagrada del siglo XIV, en la atmósfera sacra inspirada por quien la representaba y por quien asistía, y no puedo sino pensar con indignación, con dolor, con nostalgia, en los aspectos tan atrozmente diversos del mundo moderno.”
Al referirse a las transformaciones que trae la modernización capitalista, en un artículo publicado años más tarde, Pasolini hablará de un cambio antropológico, que es lo que intenta retratar en La ricotta.
Pasolini polemiza con el marxismo oficial y el catolicismo, a los que llamaba «las dos iglesias» y les reprocha a ambas instituciones no entender la cultura de sus propias bases proletarias y campesinas. Juzga que el sistema cultural dominante, sobre todo a través de la televisión, crea un modelo unificador que destruye las culturas más ingenuas y valiosas de las tradiciones populares.
PASOLINI Y LA PINTURA
«Mi gusto cinematográfico no es de origen cinematográfico sino de origen figurativo. Y no logro concebir imágenes, paisajes, composiciones de figuras fuera de esta inicial pasión pictórica».
Efectivamente, la pintura es un elemento central en La ricotta.
Al inscribirse en Filosofía y Letras en la Universidad de Bologna, en su adolescencia, antes de la guerra, Pasolini asiste a las clases del profesor Roberto Longhi, que para él significa una «revolución» y a quien le dedica la película Mamma Roma. Le hace descubrir y abrazar con pasión la pintura, sobre todo la de los siglos XV y XVI, y el período manierista. Rosso Fiorentino y Jacopo Pontormo son los pintores florentinos del Manierismo toscano más admirados por Pasolini, tal es así que en La ricotta trabaja en la filmación teniendo a las pinturas La deposizione del Santo Sepulcro y El descendimiento de la Cruz a la vista y como modelo, y logra una representación acabada de la Deposizione.
Con esos pintores siente una afinidad vital, dado que representa el período de crisis y grandes cambios que sucedió al Renacimiento y el arte clásico, equilibrado, de Rafael, Leonardo y Miguel Angel.
El Renacimiento se fundió en el Barroco, signo de la crisis espiritual, de la inquietud, la convulsión y el tumulto de los acontecimientos del siglo XVI, simbolizado por Copérnico, Maquiavelo y Lutero. Con este estado de ánimo y esas formas, con el estilo desaforado, retorsido, recargado, no acabado, se identifica Pasolini:
“Con mis ancestros –escribe– he construido las iglesias románicas, y después las iglesias góticas, y después las iglesias barrocas, que son mi patrimonio, en su contenido y estilo. Sería un loco si negara esta fuerza potente que está dentro de mí.”
UGO GREGORETTI: El pollo de granja
Este corto se aleja de la densidad conceptual que poseen los anteriores. Dentro del formato de la tragicomedia italiana, ofrece una divertida sátira sobre los absurdos que rodean al mundo del marketing y de la sociedad de consumo, una loca carrera en pos de la acumulación material, cual pollos sin cabeza, que de bien poco le servirá a la prototípica familia protagonista del episodio.
De un lenguaje más directo, expone, a la manera de un ensayo sobre la sociedad de consumo, los males de la época, ilustrándolos con la vida de una típica familia.