Tarkovski nos muestra el paisaje de una Toscana gris y brumosa, envuelta en un halo de misterio. En el cine del director soviético el misterio no es algo negativo o referido a la oscuridad, sino que es como una luz, o como una plenitud que el conocimiento humano es incapaz de penetrar en toda su totalidad o captar con su limitada comprensión.
En la filmografía de Tarkovski la realidad no se compone sólo de lo que vivimos, sino también de lo que soñamos y recordamos. Las ensoñaciones y recuerdos, que son presentados en tono sepia en la película, expresan el sentimiento de nostalgia del poeta, que permanece apegado a su tierra, y a su mujer y su hijo.
Hay que destacar que no es ese sentimiento de nostalgia el núcleo temático de la película que lleva ese nombre, sino la falta de fe en el mundo, que es tematizada en sus últimas películas.
En el cine de Tarkovski los personajes con fe son seres aislados o marginales, que no encajan en su contexto. En Nostalgia son los personajes del poeta y del loco los que representan la fe, y hay dos actos que expresan el sacrificio a través del cual intentan salvar al mundo, en una actitud mesiánica: el loco se quema, y el poeta atraviesa la piscina con una vela encendida, en una famosa escena de travelling.
Nostalgia es la película más personal del director. En ella narra su propia situación emocional a través del desarraigo del personaje del estudioso ruso.
Vacío emocional, desamparo, oscuridad del alma, la vida carece de sentido. La falta de fe y la búsqueda del sentido de la vida que se escurre.
Con las imágenes del convento y las beatas pidiendo la gracia de un hijo, Tarkovski lleva a cabo un ejercicio de respeto por cierta mentalidad italiana de lo religioso, pero también de distanciamiento, cuestionando claramente las respuestas que el cura le da a Eugenia, y posicionándose con ella en su búsqueda de libertad y autoafirmación.
Lo religioso ya no le vale al personaje en esos momentos de desamparo. Ya sólo le queda lo espiritual, su mundo interior. Y mientras ella acude a emocionarse con el cuadro de la Virgen, él continúa evocando las imágenes de su infancia, del mundo definitivamente perdido, y que constituye lo más profundo de su ser interior.
Ingmar Bergman sentía gran admiración por su colega ruso y creía que él lograba expresar y hacía un cine que a él mismo le hubiese gustado crear: “Cuando la película no es un documento, es un sueño. Es por eso que Tarkovsky es el más grande de todos. Tarkovsky no da explicaciones, ¿por qué tendría que explicarse? El es un espectador, capaz de poner en escena sus visiones en el más difícil, pero de cierta forma, el más complaciente de los medios. Toda mi vida he martillado las puertas de los cuartos en los que Tarkovsky se mueve tan naturalmente. Sólo en algunas ocasiones he logrado entrar. La mayoría de mis esfuerzos conscientes han resultado en errores penosos.