45 años, del inglés Andrew Haigh

La película se basa en un relato del autor David Constantine, que es coguionista de la pelicula: «In another country» (En otro país), cuya lectura por el propio autor puede verse en youtube:

45 años345 años2

Part 1: https://www.youtube.com/watch?v=BWJrD5HHWuY

Part 2: https://www.youtube.com/watch?v=t7Hq0QHiWtI
Part 3: https://www.youtube.com/watch?v=JQI3ukoO6Dk

FILMOGRAFIA DE ANDREW HAIGH

Puede decirse que este director inglés analiza en todas sus películas la relación de pareja y la evolución del amor.

Y siempre con esa medida del tiempo que aporta esa serena, entrañable y fascinante melancolía con la que dibuja sus personajes y adorna sus vivencias. Greek Pete, subtitulada, «Un año en la vida de un (escort) acompañante masculino» narra, las tensiones que provoca en las relaciones personales de un joven homosexual, el hecho de dedicarse al comercio sexual.

Weekend  (2011) y sus impresionantes 48 horas de un encuentro de un fin de semana, una muy lúcida reflexión sobre las resonancias futuras de una relación ocasional que, de paso, desvela un sutil tejido de micro-homofobias en el paisaje cotidiano. La serie Looking, con la presión que ejerce el tiempo y la edad de sus personajes principales, 29 y 39 años, y  45 años (2015) con un título más que explícito sobre cómo las cosas del amor cambian con el tiempo.

45 años4

45 años

45 años5

El relato presenta una pareja que ultima los preparativos de los 45 años de su boda. El aniversario aporta una tensión inesperada en la vida, repleta de costumbres y rituales, de una pareja que ha compartido casi toda su existencia, el té, los paseos con el perro por los mismos sitios… pero un hecho inesperado va a poner en peligro su relación.

La película se inicia con un hecho inesperado que irrumpe en la cotidianeidad y la plácida vida de la pareja en la campiña inglesa. En el comienzo mismo se da la aparición de un fantasma que rompe e irá corroyendo los intersticios de la abigarrada relación entre los personajes.

Detalle a detalle, pista a pista, revolviendo entre recuerdos escondidos y buscando entre papeles antiguos, la mujer se pregunta lo que, muchos hacen y pocos reconocen, ella fue LA elegida, o en realidad, fue un pálido sustituto de lo que no se podía obtener.

Rampling lleva sobre sus hombros casi todo el peso dramático en la piel de un personaje sometido a un proceso de desmantelamiento interior donde se irá nublando la mirada

Haigh indaga en el lenguaje secreto del amor y en esa entidad siempre misteriosa que es una pareja.

45 años6 45 años7

45 años945 años10

45 años se disfruta más por lo que se supone, que por lo que se expresa, por la tensión en los ojos de los protagonistas, que por una acción de sus personajes, por todas las dudas que nos plantea ese complicado sentimiento del amor por el que exigimos sentirnos únicos. ¿Qué he elegido yo? ¿Por qué me han elegido a mí? ¿Soy un postre o una suculenta degustación entera? ¿Porque y como elegimos y somos elegidos? El lenguaje amoroso, como bien sabía Roland Barthes, necesita de la magia. Cualquier elemento que altere ese toque mágico viene a destruir la construcción entera.

Con un lenguaje íntimo, sutil, delicado, 45 años nos confronta con la idea del pasado, las historias enterradas, la irrupción de lo sumergido, de lo subterráneo, que aquí no es solo metafórico, sino literal.

 45 años8

45 años

Desayuno en Tiffany

Desayuno en Tiffany2

Es una película perfecta. Ha tenido enorme influencia y ganado fama no sólo en su época, sino que se convertido en un ícono del cine de todos los tiempos, con el personaje de Holly como imagen paradigmática.

Basta con verla durante los títulos del inicio para quedar atrapados en su magia.

Lo cual demuestra que el poder icónico del cine es superior al de la literatura. La imagen de Audrey haciendo de Holly es inolvidable.

Holly se cuela por la ventana de la habitación de Paul: «¿Le importa si me acuesto con usted un ratito? No se preocupe. Somos amigos, eso es todo. Somos amigos, ¿verdad

 

Lo que en la novela se desarrolla como admiración y amistad, en la película se dibuja como una encantadora historia de amor.

Holly no pertenece a nadie ni nadie le pertenece, como su gato sin nombre, y no es de ningún lugar. Aunque hacia el final se le quiebre su empecinada independencia y corra en búsqueda del gato.

–“Eso sí que es tener estilo”,  dispuesta a lo que sea con tal de ser la mujer de mundo de su imaginación.Su vida de fiestas absurdas, de amigos interesantes y superficiales, sus delirantes andanzas, tienen un dejo divertido y triste a la vez, que despierta compasión  y sonrisa y logra sortear el matiz crítico o la reprobación ética frente a su falta de escrúpulos y su alocada vida, de fiestas salvajes y deshinibición sexual.Logra sortearlo a través del tamiz de la elegancia, el estilo, el tono de comedia y el romanticismo que le aporta Edwards a la historia.

Desayuno en Tiffany

Holly es un personaje poco convencional para el cine americano de la época. Los matices de su personalidad son endulcorados en el guion cinematográfico, dado que en la novela expresan la perspectiva de Capote.

Si pudiera elegir a su hombre ideal Holly no eligiría a quien elige en su empedernida búsqueda de hombres ricos, sino a Nehru, o como ella misma dice se conformaría con la Garbo: «¿Por qué no? Tendríamos que poder casarnos con hombres o mujeres o…Mira,si me dijeras que pensabas liarte con un buque de guerra, yo respetaría tus sentimientos. No, hablo en serio. Habría que permitir toda clase de amor. Soy absolutamente partidaria de eso

Desayuno en Tiffany14

George Peppard obviamente queda en un segundo plano,su personaje está menos dibujado y requiere menor profundidad. Paul es una especie de mentor, una voz de la conciencia, aunque se sienta igualmente confuso y acuse los mismos defectos y crisis existenciales.

A pesar de las características de los personajes, con su frescura y simpatía logran la complicidad absoluta del espectador.  Juegan permanentemente con una virtuosa reflexión controvertida sobre los estatus sociales y el derecho personal a ser feliz y tener independencia.

En el texto de la novela resuena fuerte el pensamiento del autor, que la película resigna y transforma en una máquina de producción de subjetividad típicamente hollywoodense, con lo mejor de ese cine, con poderosas imágenes y momentos intachables.

 

Capote empezó a escribir a los 8 o 9 años, y recientemente fueron hallados los primeros cuentos, que acaban de publicarse. En ellos late ya la temática que envuelve a los personajes de Desayuno en Tiffany: la búsqueda de un paraíso materno y familiar que nunca tuvo. Como Holly, su madre lo abandonó cuando era muy chico. Fue un hijo indeseado. Es la nostalgia enigmática por lo negado y desconocido, pero anhelado. el amor. Como Tiffany representa la seguridad, la estabilidad y calma la tristeza.

TrumanCapote

El tono, la ternura, la inteligencia de la escritura capoteana tal vez pierden mucho al pasar al lenguaje cinematográfico, pero el texto está en la base y dio lugar a esta película que ya es un clásico y gracias a la cual fijó en el imaginario colectivo al personaje, como en la escena inicial: Holly caminando al despuntar el día, por las calles desiertas de Nueva York, frente a la vidriera de Tiffany comiendo la medialuna, volviendo de una noche de fiesta, con su clásico vestido negro y su collar de perlas.

Desayuno en Tiffany11Desayuno en Tiffany8

 

 

 

 

 

 

 

 

Cassavetes: Maridos

maridos10

«Nunca nada es tan claro como se ve en el cine. La mayor parte del tiempo la gente no sabe lo que hace –y me incluyo–. No saben lo que quieren o lo que sienten. Solamente en las películas se sabe bien cuáles son los problemas y cómo resolverlos (…) El cine es una investigación sobre nuestras vidas. Sobre lo que somos. Sobre nuestras responsabilidades –si las hay–. Sobre lo que estamos buscando. ¿Por qué querría yo hacer una película sobre algo que ya conozco y entiendo?»
John Cassavetes

 

Sin duda el cine de Cassavetes es cine eléctrico, sin filtros ni resistencias, que llega en estado puro y así lo sentimos; como una descarga brutal.

Su cine se convierte en una causa; la promoción y defensa de la cotidianeidad y sus entrañas, sin pompa ni glamour. Su cámara audaz e inquisitiva capturó en forma única el frágil universo del deseo y el amor, neurosis e insatisfacciones, anhelos frustrados, el vacío y la locura, las búsquedas y los derroteros de sus perdidos personajes de la clase media urbana norteamericana en ese momento de cambio en las costumbres y formas de vida.

Cuenta historias sobre personajes desorientados por los conflictos familiares y sentimentales, por una identidad esquizofrénica a la que sienten que pertenecen rotundamente pero que, al mismo tiempo, les asfixia.

Sus personajes son personas llenas de defectos, infantiles e irracionales, y con comportamientos que pueden llegar a exasperarnos, y a pesar de todas sus imperfecciones, el director los presenta con una mirada humana,  plena de comprensión y piedad, al desnudar la vulnerabilidad y flagilidad de esas creaturas de ficción y reales a la vez. Porque el efecto Cassavetes es sumergirnos en situaciones que podrían ser retazos de la vida misma.

Cassavetes marcó el inicio de una nueva era y le cambió la cara al cine americano para siempre, remedando de algún modo, a los críticos franceses de la Nouveau Vague, que se volvieron directores para revolucionar el cine francés.

Mantuvo una posición única en el cine americano: mantuvo la doble carrera de una actor popular en el cine y fue director independiente de películas que exploran el arte de la actuación. Como Orson Welles, logró fusionar ambos roles de una manera notable. De 1953 a 1956, la Edad de Oro de la TV le dio una oportunidad única de experimentar como actor, trabajando en más de 80 papeles. Y al ser entrevistado en un popular programa de televisión  en 1957 solicitó la colaboración de un dolar para rodar su propia película, que sería Shadow:  «si los espectadores tienen ganas de verdad de ver una película auténtica sobre personas auténticas deberían contribuir con dinero«. Dos mil televidentes respondieron a su pedido.

El éxito de Shadow, su primer película, verdaderamente underground, ganó la atención de los ejecutivos de Hollywood, para quienes filmó dos películas, terminando frustrado por esta experiencia. Su siguiente producción independiente, Rostros (Faces, 1968), fue pagada con su trabajo de actor. Como la mayoría de sus películas, está centrada en la familia y los amigos (a ambos lados de la cámara). A fines de los 60s aparecen sus papeles más memorables en películas comerciales: Doce del patíbulo (1967) y El bebé de Rosmary (1968). En los 70’s, con lo que ganaba como actor, financiaba sus producciones independientes.

MARIDOS

Maridos (1970) cuyo subtítulo es: «una comedia sobre la vida, la muerte y la libertad» está protagonizada por el propio Cassavetes, Peter Falk y Ben Gazzara. Interpretan a un trío de hombres casados y con hijos viajando por Nueva York y Londres tras el funeral de uno de sus mejores amigos, que les obliga a replantearse su vida y dejar todo atrás para recobrar una ansiada -y falsa- libertad. Es la historia de una juerga emocionalmente destructiva.

Maridos cuenta la historia de tres amigos alrededor de los cuarenta años, a finales de los años sesenta en  New York. La película se inicia con el funeral de un cuarto amigo, cuya muerte repentina es traumática para los otros tres. ¿Qué son sus vidas realmente? ¿Cómo enfrentarse a su propia mortalidad? Si esto puede pasar tan súbitamente, quizás entonces ellos aún no han vivido nada. Por lo que quieren volver atrás y vivir lo no vivido, actuando como adolescentes, iniciando una carrera y un viaje infructuoso.

Del funeral no regresan a sus casas ni a sus trabajos, sino que emprenden juntos una aventura que dura varios días y termina en Londres, desde donde regresan dos.

La película propone una exploración de uno mismo, y una reflexión sobre la vida, la muerte y la libertad, y tocó muy particularmente al público masculino.

La película fue nominada para el Globo de Oro por su guión.

» Yo no llamaría a mi trabajo entretenimiento. Es exploración. Es hacer preguntas a la gente, constantemente: ¿Cuánto eres capaz de sentir? ¿Cuánto de todo ello conoces? ¿Eres consciente de esto? ¿Cómo te enfrentas a aquello? Una buena película te preguntará por cosas que nunca te habían preguntado antes, cosas sobre las que no piensas todos los días. Las películas deben ser investigaciones sobre la vida. Lo que somos. Las responsabilidades que tenemos, qué esperamos

Maridos es la película más audaz de su autor. La que va más lejos en su visión del cine. Esto hace de ella una experiencia difícil, se diría que hasta desagradable. A pesar de todo, cuando uno empieza a pensar que todo es una tomadura de pelo, Cassavetes consigue unos cuarenta minutos (los finales) que se encuentran entre lo más impresionante de toda su filmografía y que son capaces de dar sentido a todo lo anterior y lo redimen hasta el punto de hacer que algo tan aparentemente loco como la historia que nos cuenta se vea dotado de lógica: la escena final en la que Gus y Archie se despiden para encaminarse hacia sus casas y sus vidas tras el rabioso y absurdo paréntesis resulta extrañamente conmovedora.

Nos encontramos ante un estudio de la complejidad emocional, algo que está patente  en toda su filmografía y que, pese a que el director recurre insistentemente a este desorden anti-romántico, el espectador parece más invitado y atraído a formar parte del desarrollo de los personajes en su soledad y alienación, que a verse envuelto en el caos, a menudo violento, que componen las escenas grupales.

Como con cada película de este director, estamos frente a un torrente de actuación, emociones, caos, escenas que por su impronta de improvisación semejan fragmentos de la vida misma.