C
Cristo se detuvo en Éboli es una película de 1979 dirigida por Francesco Rosi protagonizada por el gran actor Gian Maria Volonté e Irene Papas.
Francesco Rosi es uno de los grandes realizadores de cine político italiano, trató en su cine los casos de la mafia: Salvatore Giuliano, El caso Mattei, Las manos sobre la ciudad, Excelentísimos cadáveres.
Pero en esta película, sobre el fondo del confinamiento de Carlo Levi, condenado por su actividad antifascista, lo que el director pone en el centro de su relato es el descubrimiento y la vivencia de gran profundidad humana que transita el intelectual procedente del norte, del mundo campesino, paupérrimo y atrasado, del sur de Italia.
La película es una adaptación de la novela autobiográfica de Levi, publicada en 1945.
El relato de corte realista está salpicado por escenas oníricas y simbólicas.
La interpretación de Gian Maria Volonté hace que el espectador se identifique con su mirada, con la de su personaje. Es decir, con el proceso subjetivo que atraviesa el escritor, a través del cual nos lleva a adentrarnos y comprender empáticamente a los habitantes de ese pueblo perdido.
La secuencia que abre el film abraza el universo de la melancolía y la nostalgia al presentarnos a un avejentado Carlo Levi encerrado en una habitación rodeado de los cuadros que otorgan un fiel testimonio de sus recuerdos en el exilio.
Lamentándose de no haber podido cumplir su promesa de retornar al pueblo una vez liberado de su cautiverio, la película se abre a la rememoración de las vivencias experimentadas por Levi, desde su inicial traslado en tren a la Región del Messogiorno hasta la cancelación de su castigo.
La película narra los años vividos por Levi con un estilo muy lírico en el que la reposada poesía de Levi fluye lentamente a medida que el escritor va entremezclándose con los inicialmente extraños personajes que moran el pueblo.
Una vez en Gagliano, el personaje de Levi es “entregado y puesto a cargo del secretario municipal” y, tras ser presentado ante el podestà Magalone y el brigadier, se queda solo en medio de la calle.
Para Levi, el primer impacto es muy amargo: un rápido vistazo le convence de que los tres años de confinamiento que tendría que pasar en aquel lugar serían largos y ociosos, y la imagen del pueblo, apartado y cerrado, le trae de inmediato a la mente la idea de la muerte.
Rosi consigue que el espectador se mimetice con el personaje de Levi.
Cuando Levi camina solitario por las calles del pueblo aburrido por no encontrar ninguna actividad en la que ocupar su tiempo libre, somos nosotros los espectadores que caminamos junto a Levi empapándonos de la cultura y la atmósfera del pueblo.
La franqueza y espontaneidad que intenta desplegar Rosi en la película otorgan una sensación de pureza de este universo rural.
Los sonidos rurales de las gallinas, cantos de gallos, rebuznos y gruñidos porcinos se fusionan con el verde paisaje montañoso característico de los pueblos de esa región.
A medida que el intelectual se va relacionando con los lugareños, el pueblo irá perdiendo el sentido carcelario que inicialmente tenía para convertirse en un verdadero refugio y hogar.
El sentido de distancia y extrañeza provocado por la extranjería se evapora y va mutando hacia un sentimiento de comprensión y afecto.
El amor hacia esa gente se transforma en un profundo compromiso de vida.
La película culmina con dos imágenes de gran potencia.
Un evocador plano secuencia que recorre como un fantasma asustado los campos en los que se encuentran trabajando los campesinos mientras se escucha la voz en off de Mussolini lanzando un incendiario y patriótico discurso, siendo este el único elemento que parece alterar la tranquila y rutinaria existencia de los pobladores rurales.
Y la escena con la que finaliza la película, en la que Levi abandona en coche el pueblo una vez obtenido el indulto, de gran carga emocional.
La emotividad de la secuencia es acompañada por las conmovedoras notas de la música de Piccioni y los enternecedores planos de las caras de los habitantes del pueblo que sacudidos por una melancólica lluvia asisten apenados a la despedida del amigo llegado de tierras extranjeras.
La escena es de un dramatismo perturbador por la despedida pero a la vez contiene una mirada esperanzadora.
Carlo Levi (1902-1975) murió en Roma, pero sin embargo sus restos descansan en aquel pueblo descrito magníficamente en su novela.
El amor por la gente del pueblo y el recuerdo de ese período lo marcaron profundamente.
Estudió medicina pero su vocación era la pintura y el periodismo.
Bajo el régimen fascista, en los años 1935 – 1936, el escritor fue condenado al destierro en Lucania. En esa región, actualmente llamada Basilicata, pasó una larga temporada en Aliano (pueblo llamado Gagliano en la novela para imitar la pronunciación local). Al regreso de su destierro, durante la segunda guerra, vivió escondiéndose de la persecución nazi.
El propio Levi, escribe en su prefacio: “Como si de un viaje al principio de los tiempos se tratase, Cristo se paró en Éboli.»
Y relata el descubrimiento de una «civilización» diferente: «una civilización ajena a la historia y a la razón progresiva, una civilización de sabiduría antigua y paciente dolor».
El pueblo del “confinamiento”, Aliano o Gagliano, “un pueblo muy pequeño y alejado de las carreteras y los hombres” ofrece al que lo mira un paisaje, casi africano, que todavía hoy impresiona.
Allí, en este triste lugar olvidado de Dios y los hombres, pasó Levi desterrado unos meses, entre 1935 y 1936. Antes había pasado dos meses de confinamiento en Grassano.
Esto le permitirá descubrir un mundo antiguo, el de los campesinos, enfrentado con el “mundo civilizado” representado por las autoridades de Roma. Liberado en 1936, se marcha a Francia, donde sigue pintando. A su vuelta todavía tendrá que permanecer escondido en Roma durante la ocupación nazi de los años 1943 y 1944.
Levi no oculta su gran empatía con este mundo campesino y describe los modos de vida, las costumbres, los rituales y las supersticiones de los campesinos.
Hacia el mes de abril recibe un telegrama que le anuncia la muerte de un pariente, y la jefatura de policía le autoriza a ir durante unos pocos días a Turín, aunque escoltado. En esta ocasión, ve la ciudad con ojos nuevos: observa con despego a sus amigos y parientes y se da cuenta de que su experiencia meridional ha producido en él profundos cambios, tanto en su forma de actuar como interiormente.
En la pinacoteca de Aliano guardan la documentación histórica de aquel confinamiento y numerosos cuadros pintados por Levi durante su forzada estancia en la población.
Uno de estos cuadros es el de Giulia, el personaje de la sirvienta interpretado por Irene Papas.
El problema meridional, escribe Levi, no es otra cosa que el problema del Estado. Es un problema muy complejo en el que hay – “tres aspectos diferentes que son las tres caras de una única realidad y que no se pueden entender ni resolver por separado”. En primer lugar hay dos civilizaciones opuestas secularmente “ninguna de las cuales está en condiciones de asimilar a la otra”, civilización campesina y teocracia estatal romana. “De las dos Italias que viven juntas en la misma tierra, la de los campesinos es, desde luego, la mas antigua, no se sabe de donde procede, tal vez haya existido siempre”.
El segundo aspecto es el económico, “el problema de la miseria” causado en esas tierras por un Estado “que nunca será el de los campesinos y que para estos solo ha creado miseria y desierto”. Los campesinos consideran al Estado como un mal inevitable, semejante al granizo, los desprendimientos, la sequía o el paludismo.
A traves de la novela, y de la película, se muestran las condiciones terribles de carencia material e higiénicas vividas por los habitantes de Lucano, Matera y zonas de Basilicata.
Los núcleos del relato son la tensión entre la prohibición de ejercer la medicina y la vocación de ayuda de Levi, la censura, el fascismo, la guerra, los personajes del pueblo.
El libro de Levi causó conmoción en ese período: el primer ministro Alcide De Gásperi y el líder comunista Palmiro Togliatti enseguida se dirigieron a Matera, acreditando personalmente esa denuncia de miseria, describiéndola como Infamia nacional y La vergüenza de Italia.
Fue el inicio para crear leyes relacionadas con ese problema. El pueblo de las piedras. Los peñascos, las habitaciones grutas, las casas cuevas insalubres fueron desalojadas entre 1952 y 1968.
El 17 de octubre de 2014 Matera, fue designada candidata a Capital Europea De La Cultura en el 2019.