DEEPA METHA (1950)
Directora y guionista india instalada en Canadá, nació en Amristar, India, en 1950. Se
licenció en filosofía en la Universidad de Nueva Delhi y en 1973 emigrò a Canadà.
Dedica toda su filmografía a retratar la realidad histórica y actual de la India.
Mehta ha sido declarada persona non grata en la India, por dar a conocer al mundo en sus películas cómo es la sociedad hindú; una sociedad basada en creencias y costumbres religiosas cimentadas en sus libros sagrados y amparada en tabúes como son la homosexualidad o las normas sociales-religiosas, consideradas inamovibles.
TRILOGIA DE LOS ELEMENTOS
Fuego (1996), Tierra (1999) y Agua (2005)
FUEGO (1996)
TIERRA (1999)
Ambientada en el momento de las luchas entre musulmanes e hindues, pinta un gran escenario de fondo de la violencia etnica y religiosa, para relatar la historia de amor y discriminación, con elementos estéticos provenientes del lenguaje de bollywood.
Está basada en la novela de Bapsi Sidhwa, Cracking India, (1992).
Fue incluida en la lista de películas extranjeras que hicieron parte de las nominadas para los premios Oscar en la edición de 1999, pero finalmente no fue elegida.
La película está ambientada en la época de la independencia de La India, en el año 1947, y muestra las luchas entre los distintos grupos religiosos y étnicos.
AGUA (2005)
Coproducción de la India y Canadá, fue nominada como Mejor Película Extranjera en los premios Oscar de 2007.Se estrenó en el Festival de Toronto.
Es la última de la trilogía de los elementos.
El relato está centrado al iniciarse la película en la historia de una niña, para luego adoptar su punto de vista para narrar la trama de amor «prohibido» entre una viuda del ashram y un hombre de la ciudad.
La trama está ambientada en la India colonial, durante el movimiento de emancipación liderado por Mahatma Gandhi en 1938. Y expone las creencias hindúes, que convierten a la mujer casada en la mitad del hombre y al morir éste consideran que la mitad de ella también ha muerto, se celebra una boda que bien podría ser un entierro: Chuyia, una niña de ocho años, es entregada a un moribundo que fallece esa misma noche. Se quema entonces el cuerpo del esposo en la orilla de un río sagrado y Chuyia se prepara para el destino que le han escogido. Afeitan su cabeza e ingresa en un ashram para viudas donde deberá pasar el resto de su vida, convertida en un altar viviente consagrado a la memoria del fallecido. En medio de su encierro, la niña facilita la relación entre Kalyani, otra de las viudas, y Narayan, un joven estudiante de derecho que está entusiasmado con la revolución social pregonada por Gandhi y dispuesto a rechazar los límites impuestos por la tradición secular.
Chuyia tiene ocho años. Está en la edad en que otras niñas sólo piensan en jugar y, sin embargo, ella ya es viuda. Y su vida ya no vale nada. Hasta que muera permanecerá recluida en un ashram, una especie de lóbrego gineceo destinado a las viudas, y habrá de mendigar o, incluso, prostituirse para sobrevivir.
Kalyani es preciosa, la única viuda a la que no se le ha cortado el pelo debido a la profesión que adoptó a temprana edad, obligada por la poderosa Madhumati. Es dulce, simple, e irradia una inocencia infantil. Kalyani se pasa el día jugando con su perrito Kaalu o hablando con una estatuilla de Krishna que tiene en su cuarto. De noche, todo
cambia. Gulabi la lleva a la otra orilla del Ganges a las mansiones de los hombres adinerados de Rawalpur. Lo acepta sin rechistar, es su karma. Además, piensa que es una prueba que le impone Krishna y que debe, tal como dicen los libros sagrados, “vivir como el precioso loto al que no tocan las sucias aguas en las que flota”. Las demás viudas
no le hablan; temen que su contacto pueda ensuciar su pureza. Al conocer a Narayan, la aceptación espiritual de su destino empieza a desmoronarse y se opone a Madhumati.
Deepa Mehta ha recurrido a este personaje para denunciar con contundencia el fundamentalismo religioso. En Agua arremete contra lo que ella llama «el fomento de la ignorancia» a través de las religiones.
Una ignorancia que en la India condena cruelmente a las mujeres viudas, a vivir marginadas y separadas de sus familias, en la miseria y el aislamiento.
Deepa Mehta explica que hay en India 34 millones de viudas, 11 millones de las cuales viven en ashrams en medio de una miseria absoluta.
Lo que sí ha cambiado, es que los matrimonios de hombres mayores con niñas hoy están prohibidos. El drama de Chuyia, por lo tanto, hoy sigue siendo factible, con la diferencia de que la protagonista debería ser algo mayor.
«El problema«, dice la directora, «es de base. Son las propias mujeres las que se avienen a estas costumbres porque creen que si no lo hicieran traicionarían los textos sagrados, renegarían de su religión«.
La misma intransigencia que llevó a grupos fundamentalistas a boicotear las proyecciones de Fuego en Bombay y en Nueva Delhi, en 1998, porque el filme versaba sobre una relación homosexual entre dos mujeres, condujo a grupos religiosos radicales de Benarés a entorpecer, en el 2000, el rodaje de Agua.
Tanto que hubo que suspenderlo. Cuatro años después, Deepa Mehta pudo filmar la película, pero en Sri Lanka, con un reparto distinto, en el que se mezclan actores profesionales con debutantes.
DEEPA MEHTA sobre AGUA:
Algunas imágenes se graban en la mente de forma indeleble. Hay una imagen que lleva diez años conmigo, la de una viuda en la ciudad santa de Varanasi en India. Doblada, el cuerpo arrugado por los años, el cabello blanco rasurado, iba de un lado a otro a cuatro
patas, buscando desesperadamente algo que había perdido en la orilla del Ganges.
Su tristeza era obvia mientras buscaba entre la muchedumbre de peregrinos. Nadie le hacía caso, ni siquiera cuando se sentó y empezó a llorar.
La imagen de esa viuda, sentada en cuclillas, abrazándose las rodillas, la cabeza inclinada ante su derrota, se me quedó grabada en la mente y me dio la idea para el guión que, diez años más tarde, se convertiría en Agua.
Estaba en Varanasi dirigiendo un episodio de “Las aventuras del joven Indiana Jones”. Por la mañana, solía pasear por la orilla del Ganges. Entre los peregrinos había viudas hindúes condenadas a una vida de privaciones por culpa de unas creencias desfasadas.
Venían a Varanasi a morir. Si morían en la orilla del río sagrado, tenían la salvación asegurada. A pesar de que soy hindú, las viudas seguían siendo un misterio para mí
hasta que empecé a investigar para escribir el guión de Agua, la tercera película de mi trilogía después de Fuego y Tierra. Su situación me conmovía profundamente. Estas
mujeres viven de acuerdo con el contenido de un texto religioso de más de dos mil años de antigüedad.
Agua transcurre en 1938 cuando todavía era habitual casar a las niñas. A menudo se las casaba con hombres mucho mayores que ellas por razones económicas. Al morir el marido, se encerraba a la esposa en un “ashram” o casa de viudas. Dado que las familias
consideraban a las viudas una carga económica, la mayoría acababa en una de esas casas. Decidí escribir la historia de una viuda de 8 años cuya presencia en el “ashram” cambia la vida de las demás, sobre todo la de Shakuntala y Kalyani.
En el año 2000, después de obtener todos los permisos necesarios y la aprobación del guión por parte del gobierno de India, los actores y el equipo técnico viajaron a Varanasi para empezar el rodaje de Agua. Después de seis semanas de preparación, empezamos a
rodar en la orilla del Ganges. Lo que ocurrió a continuación fue algo totalmente inesperado. A los dos días, se desataron violentas protestas protagonizadas por fundamentalistas. Se acusó a la película de ir contra la religión hindú, los decorados fueron destruidos y tirados al río, quemaron una efigie mía, y las manifestaciones se
sucedieron en las calles de Varanasi. Atónitos, intentamos pedir ayuda al gobierno local, que había dado el visto bueno al rodaje, pero no sirvió de nada. Ante las crecientes protestas y amenazas, nos vimos obligados a suspender el rodaje.
Me di cuenta posteriormente de que Agua reflejaba lo que ocurría en India, el ascenso del fundamentalismo hindú y de la absoluta intolerancia hacia cualquier cosa que lo cuestionara. Por lo tanto, éramos el blanco perfecto. Terminar Agua se había convertido
en una misión personal, pero el productor y yo tardamos cuatro años en conseguir
revivir el proyecto en Sri Lanka. Arriesgarse a rodar en India era una locura. Tuve que cambiar de reparto y sustituir a los actores. John Abraham, una auténtica
estrella en Bollywood es Narayan. Para el papel de Chuyia, encontré a una niña en Sri Lanka. Sarala viene de un pueblecito cercano a Galle. A pesar de no haber actuado antes, para ella es lo más natural. El problema era que no hablaba indio ni inglés. Aprendió
los diálogos fonéticamente y la dirigí a través de un intérprete y por gestos. Es
asombrosa. Rodar en Sri Lanka fue un placer después de la horrible experiencia en
Varanasi. No fue tarea fácil recrear la India en Sri Lanka. Decidimos que ni siquiera
intentaríamos recrear Varanasi o el presupuesto habría alcanzado proporciones impensables. En vez de eso, teníamos un embarcadero muy modesto que sólo medía 500 metros, eso sí, lleno de templos hindúes.
Ahora que la película está terminada, puedo mirar atrás y pensar en el camino que hemos recorrido. Pasamos por todo, angustia, amenazas de muerte, decisiones políticas, la cara más fea del fundamentalismo religioso, y a veces me pregunto: “¿De verdad ha valido la pena?”. Entonces la imagen de esa viuda que vi hace diez años surge ante mí, y
la veo sentada en los escalones que llevan al Ganges, su boca desdentada abierta, emitiendo sonidos desesperados. Más tarde me enteré de que había perdido
sus gafas. Sin ellas, apenas veía.
Salman Rushdie dice sobre la película: «El reparto
coral de mujeres en la casa de viudas es excepcional: intimistas, dolidas,
heridas, envidiosas, corruptas, tiernas, duras. El fluido lirismo de la
cámara contrasta extrañamente con las áridas dificultades de las vidas
de los personajes. Es una película con comentarios serios acerca de la
aplastante situación vivida por las mujeres sometidas a religiones y
dogmas sociales atrofiados. Tiene la gran cualidad de contar la historia
desde el interior de sus personajes, sacando el drama humano y conmoviendo
el corazón de modo inolvidable”
OTRAS PELICULAS DE LA DIRECTORA:
CIELO (2010)
Sobre el tema de la violencia de género, violencia doméstica ancestral.
Hijos de la medianoche (2012)
Basada en la novela de Salman Rushdie.
Hijos de la medianoche (Midnight’s Children) es un libro del año 1980, que trata de la transición de la India del colonialismo británico a la independencia y la partición.