De uno de los más importantes directores alemanes de hoy, el director de la memorable Bárbara, llega esta película distópica, extraña, pero siempre con la temática y el sentido de humanidad que lo caracteriza.
Participó en la sección oficial del 68.º Festival Internacional de Cine de Berlín.
En tránsito es la tercera parte de una trilogía que incluye otras dos obras anteriores de Petzold, Bárbara y Phoenix. Las tres abordan sendas historias de amor en un sistema opresor. Bárbara es el amor de una mujer detrás del telón de acero, en la República Democrática Alemana de la era comunista. Phoenix cuenta la historia de una mujer en el nacionalsocialismo. Y En tránsito es una historia de amor en el limbo de lo que es el tránsito.
A partir de la adaptación de la novela homónima de Anne Seghers, una escritora judeo-alemana, que publicó dicho libro durante su exilio en 1944, el director aborda esta temática desde una mirada universal y atemporal, con el transfondo del momento político y social en el que se encuentra el mundo hoy.
METAFORA
Los judíos y/o alemanes que se encontraban en Francia para ese entonces son extrapolados a los refugiados que llegaron a los distintos puntos de Europa en estos últimos años.
Y ambos grupos son tratados de la misma manera: no reciben mucha ayuda, las personas les son indiferentes, son considerados parias de la sociedad.
Es muy potente la imagen del registro de las personas por la policía en las calles de París actuales como si fuera durante la ocupación nazi.
Personajes escapando siempre, en la ilegalidad. Los perseguidos por los nazis como los indocumentados de hoy.
El de Petzold es un cine que nos habla de hoy a través del pasado.
Petzold nos presenta una vez más el dilema de los refugiados, del exilio, de los excluídos, de los perseguidos políticos, de la falta de libertad.
El mundo de ayer y de hoy reflejado a través de un puñado de personajes, atravesados por el momento histórico que viven.
La ocupación nazi y persecusión de los judíos y opositores se equipara a la exclusión de la sociedad y de los estados europeos de los inmigrantes africanos y refugiados de los conflictos en Siria, Irak, Balcanes…
La acción transcurre en un tiempo indefinido, que puede ser el de la Segunda Guerra o puede ser hoy.
Hay líneas de relato de género político, policial, romántico, de confusión de identidades, y una trama de tipo de melodrama clásico, como Casablanca.
Petzold utiliza los recursos del melodrama para mostrar y contar qué fue y qué significa aún hoy ser un refugiado político, un perseguido, un paria social.
Este paralelismo no sólo es interesante sino que también sugiere que los terribles fantasmas del pasado están más cerca de lo que pensamos.
Una narración en voz en off omnisciente, en tercera persona, a la manera del cine noir francés, nos cuenta los pensamientos y sentimientos de todos los personajes.
El relato se inicia al estilo de un thriller de espías de los años 40, en el escenario de Marsella actual, para hacer recaer la tensión en el peso emocional del debate del protagonista entre deseo y deber, un personaje en tránsito perpetuo, debate que nos involucra y emociona, como sólo este director logra hacerlo.
Petzold utiliza la pasión del melodrama para contar otras cosas, para introducirnos en mundos poco amables, lacerantes, que son lo más vergonzante de la historia.
ENTREVISTA AL DIRECTOR
Cuando pensé en rodar la película y situarla en la actualidad, viajé a Marsella y me pregunté ¿qué está ocurriendo ahora aquí? ¿Qué pasaría si llegara un tren y la gente tuviera que saltar del tren huyendo de las fuerzas de seguridad? ¿O qué pasaría si en este bistró entrara una mujer buscando a su marido? Y lo más alucinante, lo más sorprendente del asunto es que pensé que no había otra forma de contarlo, había que contarlo en la actualidad porque es una ciudad que encierra distintas épocas. La ciudad también me pedía contarlo de esta manera. Los vagones del tren por ejemplo… yo hubiera rodado en unos contenedores que inmediatamente te hacen pensar en Auschwitz, en la deportación de los judíos, pero realmente es que los trenes, esos contenedores, son tal cual hoy en día. Y en ellos se traslada a los refugiados también a los campos de refugiados del sur de Francia. Ahí se corresponde el pasado con el presente. Todo está en el mismo lugar, Marsella es el mejor ejemplo de que alberga el ayer, el hoy y el mañana, que coinciden, son mundos paralelos.
Esta trilogía que incluye Bárbara, Phoenix y En tránsito son historias de amor en sistemas opresores. Bárbara es el amor de una mujer detrás del telón de acero en la República Democrática Alemana, en la Alemania comunista. Phoenix es una mujer en el nacionalsocialismo. Y En tránsito es una historia de amor en el limbo de lo que es el tránsito. En el cine el amor siempre actúa como bálsamo, parece que las personas sufren y cuando conocen a alguien vuelven a sentirse bien, ese es el mensaje de la mayoría de las películas. Pero también está claro que el amor es fruto de las circunstancias que viven esas personas, hay distintas formas de amor.
SOBRE LA VOZ EN OFF
En este caso la voz en off es la de un camarero que cuenta algunas cosas que ni siquiera son verdad, porque dice «yo vi que se besaban» y en esa escena solo se están agarrando de las manos. Es decir, esa voz en off miente. En determinados momentos queda claro que es un humano, que no es Dios esa voz en off que nos acompaña en la película, por un lado. Y por otro esa voz en off me sirve para equiparar la memoria y la actualidad, porque en cuanto cuenta algo, ya es algo perdido, ya es algo que es parte del pasado. La voz en off convierte la actualidad también a su vez en memoria, en historia. Y los personajes han perdido su pasado pero también han perdido su presente. Esa es la funcionalidad de la voz en off.
SOBRE EL PERSONAJE DE MARIE
Marie no un personaje de mujer real, más bien la proyección de un hombre. Además se ve en toda la historia de la música, de las canciones, de los marineros. Hay muchas canciones en alemán que hablan de la Marie, la María del puerto. Es decir, el nombre de Marie evoca, no una persona de carne y hueso, sino más bien una aparición casi litúrgica, divina. De hecho también en la novela de Anna Seghers es así, el personaje de Marie es más bien etéreo. Y ella mismo lo dijo, que no parece un personaje escrito por una mujer sino por un hombre. Pero Paula Beer, la actriz que lo interpreta, le da cuerpo, materializa a Marie, sus zapatos por ejemplo, los zapatos que eligió, prácticamente de baile, convierten a Marie no en una proyección sino en una mujer de carne y hueso. O sea que el trabajo fue fruto de Paula Beer, de la actriz.