STILL THE WATER (Futatsume no mado, Aguas tranquilas, Naomi Kawase, Japón, 2014)
Toda la magia de la morosidad del ritmo, el tono, el encanto, la mirada desde otra cultura. Otra sensibilidad y otro modo de contar. Lo que caracteriza a la directora es lo poético de las imagenes, de las escenas, las situaciones y el relato en su conjunto.
La imagen que refleja la alegria, la complicidad, todo concentrado en un momento de felicidad
Dulzura, serenidad, otro modo de vivir internamente, otra filosofía, otras ideas que rigen la vida. Una armonía y conexion con el mundo externo, con la naturaleza, tal vez por saberse elemento que forma parte del universo, de esa naturaleza que los envuelve. Ser naturaleza, respetarla, vibrar con ella, parece ser clave en la cosmovisión cultural que transmite Kawase en su cine. Si tuviéramos que definirlo con una palabra diríamos «Espiritualidad». Eso que tal vez nos falta en Occidente o en la cultura globalizada.
La naturaleza se acepta y se contempla, se disfruta como un regalo. La película destila un cierto misticismo en la propuesta, una espiritualidad que emana sin estridencias, un rayo de luz que ilumina y calienta un rostro al atravesar las ramas de un árbol centenario puede ser una invitación al nexo religioso o una metáfora de una despedida.
La naturaleza se coloca por encima del hombre, y los personajes establecen respecto de ella una relación armónica, Animales, mar, árboles, paisaje, cultivos, todo en un orden natural. No se la puede dominar. Ya se trate de un mar desatado en su furia o un tifón que atraviesa la isla, o la muerte humana misma, no se puede sino aceptarla. De eso se trata, creo el pensamiento que intenta transmitirnos el cine de Naomi Kawase.
La constante presencia del mar refiere a la vida en la isla de Amami. Acogedor y amenazante, subyugante en su fuerza indomable, imposible de controlar por el hombre, el mar es esa madre de la que los dos adolescentes protagonistas de la película, Kaito y Kyoko, sienten la ausencia por muy diferentes razones. El mar se convierte en inesperado protagonista y demiurgo, embravece y se relaja, quita la vida o anuncia el inicio de un nuevo ciclo, repele y acoge
La vivencia de la vida y de la muerte, y la naturaleza están en el centro de sus narraciones fílmicas.
La trama es sencilla. Kaito y Kyoko son los protagonistas, los adolescentes que rebosan de vida, exploran el mundo, se funden con alegría y la felicidad de un momento, como el paseo en bicicleta, se enfrentan a la ausencia o la muerte, se interrogan y descubren la vida.
Respecto del sexo tienen una actitud contrapuesta: ella anhela esa primera experiencia con alguien a quien ama, mientras que Kaito se muestra ajeno al deseo, sufre en propia persona la carga derivada de los reproches pendientes a su madre, identifica sexo con suciedad, con promiscuidad, no acepta una ruptura familiar y sufre la soledad de su hogar.
Kawase abandona su Nara natal para filmar la Islas Amani, tierra de sus ancestros. Una película sobre ciclos de amor y muerte que entrelaza la historia de una pareja adolescente con la enfermedad terminal una de las madres. El envoltorio, poderoso, bello y hostil., no es solo un decorado sino el mensaje de que la naturaleza es todo. Y que los seres humanos deben relacionarse con la muerte desde esa perspectiva.
Escenas acuáticas que maravillan
Si hay algo que hace impactante esta película son las dos escenas acuáticas. Son escenas de una luminosidad y belleza únicas, que muestran lo que el cine puede llegar a ser en su lirismo y emoción estética.
El mar se presenta de un azul táctil, transparente. Kawase logra que sintamos el agua envolvente y los cuerpos que se deslizan suavemente, convertidos en verdaderos anfibios, provocando un efecto y una sensación de placidez y felicidad que connotan el líquido amniótico.
La calma después de la tempestad, los jóvenes rodeados de un líquido amniótico que tranquiliza su permanente inquietud e intranquilidad. El mar puede ser refugio y solución, en los problemas sus aguas oscuras y frías pueden invitar al suicidio, pero cuando sale el sol invitan al amor.
Kyoko bucea vestida con su uniforme escolar, rebozante de felicidad. En la segunda ambos jóvenes, juntos y desnudos, realizan un recorrido similar, alegres como nunca antes en la película, en lo que constituye la imagen de un futuro luminoso para reabrir el ciclo de la vida.
La muerte y la vida. La alegría y la tristeza
«¿Porque la gente nace y se muere?» pregunta un personaje, pregunta que parece ser el nudo temático de la película. Y la respuesta que se da inmediatamente es que no hay un motivo. Parece ser que en la mirada de Kawase la respuesta es la aceptación del universo natural, en el que se inserta también lo humano.
La madre es shamana, lo que la coloca entre los dioses y los humanos, en un cierto nivel sagrado, «los shamanes son como dioses» le explica a la hija. Y por eso no le da miedo morir, porque conoce el lugar de donde son los dioses.
La muerte se narra en la emocionante y también terrible escena del tránsito vital de la madre de Kyoko, una larga escena donde lo trascendente se funde con lo atávico y constituye un verdadero estudio antropológico.
Una muerte en paz que, pese a aceptarse con absoluta madurez y tranquilidad por la paz y espiritualidad que emana de su concepción, no deja de causar dolor en el marido y la hija. La muerte se transforma en una gran fiesta de despedida, en el fondo de dicha escena emana un alto componente religioso y tradicional, y Kawase no lo oculta, los habitantes de la isla participan con sus cánticos y bailes ancestrales en esa despedida que dibuja una sonrisa en la cara de la propia moribunda.
La película trasunta distintas emociones, el relato circula por momentos de alegría y de tristeza, de vida y de muerte, como si quisiera mostrar que la vida se compone de todo ello. La escena que abre la película muestra la muerte de una cabra por parte del viejo campesino, como si expresara esa filosofía en la que se funden la vida y la muerte en el ciclo vital. «La tristeza, al igual que la serenidad no se pueden medir», se expresa en el guión.
En el diálogo en el que la madre enferma trata de consolar a su hija, de prepararla para su ausencia, la instruye sobre la comunión de ambas: la vida de madre e hija están entrelazadas, por lo que el niña ya no está sola. Desaparece el calor físico, pero queda en el corazón de la hija, dice la madre. A lo que Kyoko responde: «No me alcanza».
El consuelo o la serenidad frente al dolor de la muerte de la madre no le llega a través de las creencias religiosas de su madre, sino de una búsqueda propia, personal. Kyoko busca su propio camino en el amor, la amistad, la alegría que le da el mar, la fuerza vital de la naturaleza, la intensidad de la vida.
ENTREVISTA A NAOMI KAWASE
PREGUNTA.: En Cannes dijiste que «Aguas tranquilas» es tu película más lograda en cuanto a técnica e interpretación de los actores. ¿Por qué?
RESPUESTA.: Esta película fue rodada en una isla llamada Amami. Pasé dos meses y medio en la isla con todo el equipo y los actores y, ayudados por la cultura y naturaleza, fuimos capaces de terminar la película.
Durante la producción, el equipo entero se adaptó al estilo y cultura de la isla. No solo los actores aceptaron este particular estilo de dirección, sino que todos vivimos como isleños. La experiencia fue más que hacer una película.
Además, nos acompañaron una serie de milagro. Fuimos capaces de filmar un tifón real y capturar una belleza en la luna llena como nunca habíamos visto. Así que, para agradecer a los actores, equipo, colaboradores y naturaleza, considero está película mi obra maestra.
P: La película habla sobre cómo la relación amorosa que tienen los padres condiciona y determina las relaciones amorosas de los hijos. ¿Hasta qué punto hablas de tu juventud en Nara?
R.: Mis padres biológicos se divorciaron antes de que naciera y no crecí con ninguno de los dos. En la película, Kaito, uno de los personajes principales tiene padres divorciados y el otro está a punto de perder a su madre. Para desarrollar piscológicamente estos personajes reflejé mis propias experiencias de niña.
Estoy en los 40 y soy madre, pero todavía puedo verme a mí misma como alguien en el proceso de convertirse en mujer. La madre de Kaito, que vive en las Islas Amami tras divorciarse, tiene su pareja. Puedo entenderla también, como mujer de mi generación que es, y puedo entender que su manera de actuar cause cierto resentimiento y ansiedad en su hijo adolescente. Yo los experimente al saber cómo era mi madre: nunca viví con ella pero se casó 4 veces y tuvo hijos con diferentes maridos. Es una experiencia que me ha ayudado a explorar los sentimientos de Kaito.
P.: ¿Qué es lo que más te fascinó de las Islas Amani?
R.:Mis raíces vienen de las Islas Amami. Mi madre biológica nació y creció allí. Me enteré de este hecho hace solo 10 años. Todavía existe animismo en la isla y la gente venera la naturaleza como parte de su vida diaria. Encontré fascinante y maravilloso que la gente creyera que dios resida en una pequeña piedra o una hoja, y contemplé su modestia al enfrentarse a la todopoderosa presencia de la naturaleza.
Para representar algo de su cultura propia, incluí en la película una ceremonia de danza tradicional llamada ‘danza de Agosto’. De algún modo, usando estos elementos que son tradición desde tiempos antiguos, podemos ver la vida moderna desde otra perspectiva, que pensé que podía proporcionarnos algún tipo de pista para solucionar los problemas a los que nos enfrentamos.
P.: En la película, la naturaleza tiene un valor simbólico, casi transcendente y religioso. ¿Qué significado tiene para ti el mar? ¿Y la tormenta?
R.:El montador de la película es francés y me dijo que en su idioma la palabra mar también significa madre. Los humanos venimos del mar. En este sentido, es nuestro hogar y nuestra madre. Sin embargo, no podemos vivir bajo el agua ya, y, en este sentido, el mar representa también ‘la muerte’ para nosotros.
Así que contiene diferentes aspectos y es muy difícil representarlo como un elemento, pero era uno de los desafíos a los que enfrentaba: he tratado de representar la complejidad del mar como reflejo de la complejidad humana.
Respecto al tifón, para mí y muchos de nosotros son amenazas que destruyen muchas cosas, incluso nuestras vidas. Sin embargo, al mismo tiempo, para los isleños son parte de su ciclo vital. Llegan, arrancan árboles viejos, y dejan que la luz solar entre en el bosque para que crezcan nuevas plantas. En este sentido, también son signos de renacer.
P.: La aceptación de la muerte es una de tus obsesiones. ¿Por qué regresas una y otra vez?
R.:Soy humana. Todos hemos nacido y estamos destinados a morir. Siempre que pienso en la vida que llevo, la gente que conozco, mis actos creativos, y lo que dejo para el futuro… siempre situó el tema de la muerte en la base, en la creencia que el acto de explorar y representar la muerte es el acto de explorar y representar la vida.
P.: Muestras el contraste de la Isla de Amami y Tokyo. El Japón rural y urbano. ¿Te encuentras cómoda en los dos?
R.:Para muchos de nosotros, que vivimos en el mundo moderno y estamos acostumbrados al uso constante y muy práctico de la electricidad y agua, sería muy difícil decir que la vida en la naturaleza, sin tanto lujo, es mejor que la que tenemos. Por el contrario, los isleños de la película, incluso aunque vivan con la amenaza de la naturaleza, podemos decir que tienen el lujo de lazos estrechos, ayuda y conexión mutua.
No juzgo qué es mejor. Como se puede ver en la escena que Kaito visita a su padre en Tokio, vivir en una ciudad grande tiene cosas positivas y al contrario sucede lo mismo. Lo que es importante es conocer las diferencias, saber el hecho de que existen diferentes vidas y valores.
P.: ¿Percibes diferente la relación con la muerte de los orientales a las que tienen los occidentales?
R.: Me siento ignorante para hablar de Asia, pero, como la base de la cultura asiática incluye Japón, creo que tenemos ese aspecto de intentar aceptar a los ‘otros’ y no dibujar una línea clara, sino en su lugar, crear un área gris entre las cosas y pensar en rellenarlo.
Por ejemplo, en Japón, tenemos el tradicional arte dramático del Noh, y también el arte del Haiku. Ambos valoran este, por así llamarlo, espacio vacío o ‘nada’ para que los espectadores o lectores lo completen. Sin decirlo todo, pienso que estas formas de expresión tocan esencias universales. Estos valores no casan bien con la racionalidad o la eficiencia que las sociedades modernas promueven. Pero aunque las sociedades se modernicen cada vez más, nuestra esencia humana es la misma. Y eso es lo más imporante, más alla de considerarnos asiáticos, europeos o americanos. Conocer a cada persona que nos encontremos nos llevará más allá de fronteras, colores y culturas.
P.: Has declarado admirar a Víctor Erice. ¿Qué es lo que más admiras de su cine?
R.:En 2011, cuando el terremoto de la región Tohoku y la crisis de central nuclear de Fukushima, lanzamos el proyecto 3.11 A sense of home flims. Pedimos a 21 directores que filmaran un cortometraje de 3 minutos sobre el tema ‘Hogar’. No teníamos dinero pero los 21, entre ellos Víctor Erice, aceptaron. Para el estreno vino desde España hasta mi casa en Nara.
Lo que llamamos arte a menudo es absorbido por lo que llamamos ‘entretenimiento’, especialmente cuando tratamos de dirigirnos a la masa. Las cosas superficiales tienden a enfatizarse más que las que están por debajo. Vivimos en ese mundo, pero siento mucho respeto por Víctor Erice, que trata de explorar la esencia de las cosas tomándose su tiempo.