El escritor israelí Amos Oz acaba de ser distinguido en Alemania con el Premio Siegfried Lenz. Con motivo de esta premiación, recordamos su novela Una pantera en el sótano, un texto hermosísimo, inteligente, audaz, que habla sobre la «traición», la traición de hacerse amigo del enemigo. De conocer o comprender desde lo humano, más allá de las fronteras y las divisiones. Fue llevada al cine bajo el título El pequeño traidor.
LA NOVELA «UNA PANTERA EN EL SOTANO»
Es una novela hermosa, que me emociona y deleita, por su candidez y profundidad.
Año 1947. Un niño de 12 años, Profi, crea con sus amigos un grupo clandestino imaginario, resistente a las fuerzas coloniales inglesas que aún mandaban en la vieja Palestina. En esos días de calor y tropelías infantiles aparece en la vida de Profi el sargento Dunlop, del que Profi desconfía, porque es lo que le han enseñado, el mandato es el odio al enemigo. Pero niño y sargento pactan un intercambio de bienes: clases de hebreo por clases de inglés.
Entre toques de queda, controles fronterizos, alimentos racionados y miedo a una independencia que se retrasa, Profi se piensa como una pantera en el sótano, agazapada para atacar al invasor, pero en lugar de ello entabla relación
La etiqueta de traidor ya no lo abandonará nunca. Es el miedo a los matices cuando las guerras son a blanco y a negro, cuando las relaciones humanas son una amenaza para la conquista.
Y el silencio es una forma de traición para Oz. Por eso embarca en la literatura, en las palabras, en la narración de historias. Cuando Profi lee a escondidas los libros de la biblioteca de su padre: «sabía con total exactitud cuál era mi deber, a qué había consagrado mi vida». Como para Borges, la biblioteca es el universo. Su madre legitima su vocación:
«Ya que te llaman Profi, que viene de profesor, a ver si de verdad comienzas a ser un profesor en lugar de ser un general o un espía. Medio mundo son generales o espías. Tú no. Tú eres un niño de palabras.» Su destino está sellado.
Sobre la traición como núcleo temático
La novela es presentada como un tratado sobre la traición. El texto se abre con la frase: «Muchas veces en la vida me llamaron traidor».
Y más adelante, el Tribunal sentenciará al protagonista: «Tú, Profi, amas al anemigo. Amar al enemigo, Profi, es peor que pasarle información. Es peor que delatar a los combatientes. Peor que convertirse en un soplón. Peor que venderles armamento. Incluso es peor que pasarse a sus filas. Amar al enemigo, Profi, es batir el récord de las traiciones.»
A lo que Profi responde con la intención de vivir aislado, fuera de la sociedad, como forma de no traicionar, por no pertenecer a ella: «Me iré al monte y seré un niño del monte. Viviré ahí solo. Para siempre. No perteneceré a nada, así no traicionaré. Porque todo el que pertenece a algo, traiciona. Se oyó el rumor de los pinos y el murmullo de los cipreses: cállate, vil traidor.»
La ficción expone el pensamiento del autor sobre este tema central y recurrente tanto en su obra como en su posicionamiento político, al que se refiere asiduamente:
«Sólo el que ama puede convertirse en traidor. Traición no es lo contrario de amor; es una de sus opciones. traidor – creo – es quien cambia a ojos de aquellos que no pueden cambiar y no cambiarán, aquellos que odian cambiar y no pueden concebir el cambio, a pesar de que siempre quieran cambiarle a uno. En otras palabras, traidor, a ojos del fanático es cualquiera que cambia. y es dura la elección entre convertirse en un fanático o convertirse en un traidor. No convertirse en fanático significa ser, hasta cierto punto y de alguna forma, un traidor a ojos del fanático.»
Profi busca en la enciclopedia:
«Traidor: chivato, informante, espía, intrigante, desertor, quinta columna, colaborador, agente extranjero, agente secreto, agente doble, cuchillo por la espalda, apóstata, vergüenza, transgresor del pacto, el que vende su alma al diablo, topo, provocador, Bruto (véase Roma), Quisling (véase Noruega). Y en el ámbito conyugal: mantener relación con un tercero, infiel, impostor, desleal, hipócrita, el que no es por dentro como por fuera, Judas (Para los cristianos). Biblia: «como diente picado y pie que resbala es confiar en un pérfido cuando llega el peligro» (Prov 25:19).»
Oz trabaja sobre el lenguaje, se mete por los infinitos vericuetos de las palabras, sus significados y connotaciones, que al personaje de Profi le parecen «un frondoso bosque con multitud de caminos de los que parten más y más senderos, tragados por la oscuridad de la espesura del bosque, cada vez más tortuosos, senderos que se encuentran y al momento se bifurcan, senderos que llevan a escondrijos donde hay cuevas, maleza, laberintos, grutas, grietas, valles olvidados, asombro y maravilla; entonces, cómo se pueden cruzar de pronto los senderos del apóstata, del que vende su alma al diablo y del infiel, cómo se unen el agente secreto y el cuchillo por la espalda, el hipócrita, el topo, el transgresor del pacto y el espía.»
El relato desarrolla el conflicto durante la ocupación inglesa desde la mirada de un niño, con su ingenuidad e inocencia. Mira el mundo de los mayores, de la guerra, de los valores que llevan a enfrentamientos, odio y divisiones. Resalta la amistad, el humanismo, más allá de las diferencias políticas o étnicas. La identificación de Profi con su amigo, el soldado inglés, constituye una perla, una imagen cálida, tierna, y profunda a la vez.
Amos nos confiesa cómo de niño él también era un pequeño fanático con ínfulas de superioridad moral: «yo era un chico que lanzaba piedras, un chico de la Intifada judía. De hecho, las primeras palabras que aprendí a decir en inglés, aparte de yes o no, fueron British go home!, que era lo que los chicos judíos solíamos gritar a las patrullas británicas en Jerusalén mientras las apedreábamos»
Qué es confianza. Qué es traición. Dónde está la débil frontera que las separa y que, en ocasiones, se diluye y se entremezcla. Es lo que trata de desentrañar esta obra, a través de una historia plagada de sutilezas, de equívocos y de recelos, que son la base natural de cualquier convivencia.
LA PELICULA
Sus primeras obras publicadas datan de la década de los sesenta. Quizás en otra parte, dedicada a la memoria de su padre, fue adaptada para el teatro. Mi marido Mikhail(1968), llevada al cine por Dan Wollman en 1975.
Una pantera en el sótano fue llevada al cine bajo el título El pequeño traidor. Literatura y cine se imbrincan, ya que el título de la novela es extraído de una película imaginaria, de espías, de Tyrone Power, y el protagonista infantil en sus aventuras recuerda la película y se siente un héroe cinematográfico.
CONTRA LOS FANATISMOS
En todos estos años, Oz dice haberse convertido en un experto en fanatismos comparados y aboga porque en las escuelas y universidades de todo el mundo se impartan cursos sobre este tema, a los que gustosamente se prestaría. Y es que el fanatismo para Oz está activo en todo el mundo y se encuentra en todos los lados, no sólo el político, hay muchas otras formas. Así mismo, dice, todos podemos contagiarnos del fanatismo cuando tratamos de combatirlo. La virtud se puede convertir en su contrario. La historia nos enseña con qué frecuencia el ocupado se convierte en ocupante, el oprimido en opresor, la víctima de ayer en verdugo, con qué facilidad se cambian los papeles. Cree que es tiempo de usar las palabras y considera el silencio como un abuso del lenguaje, un mal uso del lenguaje, no sólo por parte de los intelectuales, de los profesores o escritores, sino de cualquier ciudadano. No importa lo impopular que uno pueda ser entre los fanatismos de ambos bandos. Cuando un líder, un escritor, o un simple ciudadano se dirige a sus semejantes como parásitos o elementos indeseables, tarde o temprano esas personas serán tratadas sin dignidad humana. Un escritor, dice, que trata cotidianamente con las palabras, con sus matices, que es experto en un adjetivo singular, al escuchar un lenguaje contaminado tiene el deber de gritar fuego.
EL ESCRITOR
Oz es un intelectual que no se cansa de repetir que el choque entre judíos israelíes y árabes palestinos no es una historia de buenos y malos, sino una tragedia: un choque entre derecho y derecho. Entre lo justo y lo justo, no entre lo justo y lo injusto.
Proclama que tanto los judíos como los palestinos tienen una reivindicación muy fundamentada. Una causa muy justa, que ambos defienden a veces de forma equivocada. Y lo ha dicho tantas veces que se ha ganado el título de traidor a ojos de muchos de sus compatriotas así como a los de sus amigos los árabes palestinos a los que nunca ha conseguido satisfacer por completo, en parte, porque piensan que su postura no es lo suficientemente radical, propalestina ni proárabe.
Le acusan de traidor como a Profi, el protagonista de la novela Una pantera en el sótano, con la que ganó en 1988 el premio nacional de literatura y que desencadenó un escándalo en Israel, llevando la derecha el caso al Tribunal Superior de Justicia, el cual finalmente desestimó el recurso.
Y no les falta razón a sus compatriotas, sus escritos molestan. Amos, con el humor que le caracteriza, recibe el título de traidor como una condecoración más a añadir al del premio nacional y lo define como aquel que cambia en medio de los que no cambian y odian el cambio y ni siquiera pueden imaginar un cambio, a pesar de que siempre quieran cambiarle a uno.
Amos Oz se considera un alumno de Chejov y no de Shakespeare. Una tragedia se puede resolver de una manera shakesperiana en la cual la justicia poética flota sobre el escenario lleno de cadáveres, o en una forma chejoviana, en la cual todos están melancólicos, desilusionados, destrozados, con el corazón roto, pero vivos. Tanto en sus novelas como en la lucha política, Oz, apuesta por algún tipo de desdichada contemporización chejoviana. No hay acuerdos felices: un acuerdo feliz es una contradicción. Un oxímoron.
BIOGRAFIA de AMOS OZ
De padres sobrevivientes de Europa oriental, Amos Oz nació en 1939 en Jerusalén, una de las ciudades más cosmopolitas del mundo, en la que había barrios árabes, judíos, armenios, alemanes, una colonia americana y otra griega. Una ciudad mestiza en la que en cada barrio se rezaba de forma diferente, se hablaba una lengua diferente, se vestía de forma diferente. Había tensiones pero no violencia, pese a que todos pensaban que Jerusalén era realmente suya.
A los catorce años Amos Klausner se rebeló contra el mundo de su padre: «Ya estaba harto de esa atmósfera erudita, de los valores burgueses de la clase media y de la política de derecha. Así que decidí convertirme en todo lo que mi padre no era. El era de derecha, yo decidí ser socialista. El era un erudito, yo decidí manejar un tractor. El era un intelectual, yo decidí ser granjero socialista. Y entre otras cosas, también decidí adoptar un nuevo apellido hebreo, Oz, que significa coraje, determinación, fuerza, cosas que yo necesitaba profundamente cuando dejé mi casa y me fui a vivir solo en un kibbutz».
Cuando vivió en un kibbutz, compaginó sus labores en el campo con la escritura. Hizo el servicio militar y combatió en las guerras. Estudió filosofía y literatura. Estuvo como profesor invitado en universidades de Europa y EEUU. En 1986 el asma de su hijo hizo que se trasladara a Arat por su clima seco, una pequeña población en el corazón del desierto, que se transformó en escenario de sus relatos.
TEXTOS SOBRE EL FANATISMO
«El fanatismo es más viejo que el islam, que el cristianismo, que el judaísmo. Más viejo que cualquier Estado, gobierno, o sistema político. Más viejo que cualquier ideología o credo del mundo. Desgraciadamente, el fanatismo es un componente siempre presente en la naturaleza humana.»
«El fanatismo surge por doquier. Con modales más silenciosos, más civilizados. Está presente en nuestro entorno y tal vez dentro de nosotros mismos.»
«Traidor es quien cambia a ojos de aquellos que no pueden cambiar y no cambiarán, aquellos que odian cambiar y no pueden concebir el cambio, a pesar de que siempre quieran cambiarle a uno. En otras palabras, traidor, a ojos del fanático, es cualquiera que cambia. Y es dura la elección entre convertirse en un fanático o convertirse en un traidor. No convertirse en un fanático significa ser, hasta cierto punto y de alguna forma, un traidor a ojos del fanático. Yo he hecho mi elección…»
«No estoy sugiriendo que cualquiera que mantiene opiniones vehementes sea un fanático, claro que no. Digo que la semilla del fanatismo siempre brota al adoptar una actitud de superioridad moral que impide llegar a un acuerdo. Es una plaga muy común, que por supuesto, se manifiesta en diferentes grados.»
«Muy a menudo, el fanático sólo puede contar hasta uno, ya que dos es un número demasiado grande para él o ella. Al mismo tiempo, descubriremos que, a menudo, los fanáticos son sentimentales sin remedio.»
«Conformidad y uniformidad, la urgencia por pertenecer a y el deseo de hacer que todos los demás pertenezcan a, pueden constituir perfectamente las formas de fanatismo más ampliamente difundidas, aunque no las más peligrosas. (…) con frecuencia, el culto a la personalidad, la idealización de líderes políticos o religiosos, la adoración de individuos seductores, bien pueden constituir otras formas extendidas de fanatismo.»
«Creo que la esencia del fanatismo reside en el deseo de obligar a los demás a cambiar.(…) El fanático es un gran altruista. A menudo, está más interesado en los demás que en sí mismo. Quiere salvar tu alma, redimirte. Liberarte del pecado, del error (…) De una forma u otra, el fanático está más interesado en el otro que en sí mismo por la sencillísima razón de que tiene un sí mismo bastante exiguo o ningún sí mismo en absoluto.»
«Muy a menudo, todo comienza en la familia. El fanatismo –creo- comienza en casa (…) Debería concluir diciendo que el antídoto también se puede encontrar en casa: está en potencia en la yema de los dedos cuando escribimos»
«Mucho cuidado, el fanatismo es extremadamente pegajoso, más contagioso que cualquier virus. Se puede contraer el fanatismo fácilmente, incluso al intentar vencerlo o combatirlo. Leyendo los periódicos o viendo la televisión, es posible comprobar todos los días lo fácilmente que la gente se convierte en fanática antifanática»
Sobre la necesidad de llegar a un compromiso y su naturaleza
«Los europeos bienintencionados, los izquierdistas europeos, los intelectuales europeos, los liberales europeos siempre necesitan saber, primero y sobre todo, quiénes son los chicos buenos y quiénes son los chicos malos de la película. En este sentido, Vietnam era muy fácil. (…) El apartheid era muy claro (…) Cuando se trata de los fundamentos del conflicto árabe-israelí, en particular los conflictos palestino-israelíes, las cosas no son tan simples (…) no es una película del salvaje Oeste. No es una lucha entre el bien y el mal, más bien lo considero una tragedia en el sentido más antiguo y preciso del término: un choque entre derecho y derecho, entre una reivindicación muy convincente, muy profunda, muy poderosa, y otra reivindicación muy diferente pero no menos convincente, no menos poderosa, no menos humana.»
«Llegar a un acuerdo, a un compromiso tiene una reputación nefasta en la sociedad europea. Especialmente entre los jóvenes idealistas, que siguen considerando que llegar a un acuerdo es oportunista y algo artero y oscuro que implica falta de coraje. No es mi vocabulario. Para mí llegar a un acuerdo significa vida. Y lo contrario de llegar a un acuerdo no es idealismo ni devoción. Lo contrario es fanatismo y muerte.»
«Se requiere llegar a un acuerdo, a un compromiso, no llegar a una capitulación. Lo que significa que los palestinos jamás deberían arrodillarse. Ni tampoco los judíos.(…) pero quiero decir desde el principio que va a doler de lo lindo. (…) Muchos judíos israelíes no se dan cuenta de lo profunda que es la conexión emocional de los palestinos con la tierra. Igual que muchos palestinos no consiguen darse cuenta de lo profunda que es la conexión judía con la misma tierra. Pero para llegar a comprenderlo, ambas naciones tienen que atravesar un doloroso proceso que pasa por prescindir de los sueños, de las ilusiones, de las esperanzas y de los viejos eslóganes del pasado en ambos bandos.»
«No soy un pacifista en el sentido sentimental de la palabra. (…) Nunca lucharía -prefiero ir a prisión- por más territorios. Nunca lucharía por un dormitorio de más para la nación. Nunca lucharía por lugares sagrados o por vistas a los santos lugares. Nunca lucharía por supuestos intereses nacionales. Pero lucharía y lucho como un demonio por la vida y la libertad. Por nada más.»
«Cuando formulé o acuñe la expresión: Haz la paz, no el amor, desde luego no predicaba en contra de hacer el amor. Pero sí intentaba acabar de alguna forma con ese revoltijo sentimental de paz y amor (…) que hace pensar a la gente que sólo con que los chicos malos soltaran las armas el mundo se convertiría de inmediato en un maravilloso y adorable lugar. Da la casualidad de que creo que el amor es poco cómodo.(…) No creo que el amor sea la virtud a través de la cual se resuelvan los problemas internacionales. Se requieren otras virtudes. Se requiere sentido de la justicia pero también sentido común, imaginación, habilidad extrema para imaginar al otro, para ponernos a veces en la piel del otro. Se requiere la capacidad racional de comprometernos y, a veces, de hacer sacrificios y concesiones. Pero no se requiere que nos suicidemos a favor de la paz.»
«Si veo en vida al Estado de Israel y al Estado de Palestina vivir puerta con puerta como vecinos honestos sin explotación, sin derramamiento de sangre, sin terror, sin violencia, quedaré saciado incluso aunque no prevalezca el amor.»
«He sido muy crítico con el movimiento nacional palestino durante muchos años (…) soy igualmente crítico con generaciones de israelíes sionistas incapaces de imaginar que hay un pueblo palestino, un pueblo real, con derechos legítimos y reales. Así que ambos liderazgos -sí, el pasado y el actual- son culpables de no entender la tragedia o al menos de no contársela a su pueblo como es debido.»
«No creo en una luna de miel repentina. No soy un sentimental.(…) de esperar algo, se trataría más bien de un divorcio limpio y justo entre Israel y Palestina. Y los divorcios nunca son felices. Por muy justos que sean, siguen hiriendo, son dolorosos. Especialmente este divorcio en concreto, que será rarísimo porque las dos partes en litigio se quedarán definitivamente en el mismo apartamento. Nadie se va a mudar.»
«Más urgente que la cuestión de las fronteras, más urgente que la disputa de los santos lugares, más urgente que cualquier otra cuestión es la tragedia de los refugiados (…) Todos y cada uno de los refugiados palestinos sin hogar, sin trabajo ni país deberían ser provistos de hogar, trabajo y pasaporte. Israel no puede admitir a esa gente en grandes cantidades. Si lo hace nunca más será Israel. Pero debería participar en la solución, debería admitir parte de la responsabilidad en esta tragedia.»
«Los palestinos y otros árabes tenían verdadera dificultad para pronunciar la palabra Israel. Solían llamarlo la entidad sionista, la criatura artificial, la intrusión, la infección, aldaula almazuuma (el estado o ser artificial). (…) los israelíes no eran mejores en aquellos años …incapaces de pronunciar las palabras explícitas pueblo palestino. Solíamos recurrir a eufemismos como los lugareños o los habitantes árabes del país.»
«Ahora los dos pueblos saben que el otro existe de verdad y la mayoría de la gente de ambos bandos sabe que el otro no se irá. ¿Les gusta la idea? En absoluto. ¿Es un momento alegre? En absoluto. Es un momento doloroso.»
«Nunca infravaloro la miopía y la estupidez de los líderes de ambos bandos. Pero sucederá.»