Más fuerte que las bombas, del noruego Joachim Trier

El amor es más fuerte que las bombas

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Un elenco de lujo, un placer cinematográfico: Isabelle Huppert, Gabriel Byrne, Jesse Eisemberg. Adoro estos actores!!

Doble placer cinematográfico porque Trier es un director exquisito, sutil, estético, que va a fondo, que trabaja los sentimientos y la subjetividad. Uno de mis preferidos!!

Presentada en Cannes 2015, Louder than bombs, del director noruego Joachim Trier, de quien vimos la hermosa Oslo 31 de agosto (2011), inspirada en Fuego Fatuo (novela de Drieu de La Rochelle, llevada al cine por Louis Malle, 1963)

En Más fuerte que las bombas el drama está acotado a una familia, estalla en un adolescente. La adolescencia que está aprendiendo a vivir, que no le gusta el mundo adulto, que no está dispuesta a cometer los errores de los adultos.

El relato muestra las relaciones entre padres e hijos, entre la pareja, entre los hermanos. El amor, la muerte, la verdad y la mentira, las identificaciones, las infidelidades.  Ingredientes del drama.

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LA DISOLUCION DE UNA FAMILIA – DISOLUCION DEL RELATO
El tono de Trier es laconismo en estado puro.
Muestra el mundo íntimo de cada personaje. El punto de vista no es exclusivo a uno de ellos, sino que va rotando. Se nos muestra a cada uno o mejor, la historia desde cada uno de ellos. Inclusive el de la madre.
El director nos hace ver o asistir a la narración de los acontecimientos más de una vez, y cada vez cambiados, según el punto de vista, como un rompecabezas. Volvemos atrás, modificamos y vamos componiendo el conjunto, en un proceso de reinterpretación constante. Con estos ajustes nos vemos obligados a resignificar lo que anteriormente habíamos dado por sentado.
El juego de las distintas perspectivas convierten a esta película en una tarea hermenéutica exigente para el espectador.
Cada personaje tiene sus penas y sus conflictos. La familia es el encuentro y desencuentro de todas esas perspectivas, es la búsqueda de un modo de conciliar o armonizar, cuya posibilidad el director parece poner en duda.
 Podemos comprenderlos. Podemos comprender las situaciones. Pero el conflicto, el trauma, el dolor sigue ahi. Pareciera que no hay resolución.

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El conflicto principal se desata por la preparación de una exposición y un artículo que será publicado a modo de homenaje a la madre fallecida, considerada una de las mejores fotógrafas de guerra del mundo.
A partir del enfoque que el periodista, colega y compañero de trabajo de la madre, le quiere dar a la publicación, al buscar una sobreexposición de la vida privada de la fotógrafa, que puede originar «ruidos» de interpretación en el viudo y los hijos, la película crea la expectativa hacia el nudo y el desenlace del relato.
La tensión está presente hasta ofrecer la fotografía panorámica definitiva.

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De lo que quiere hablarnos Joachim Trier con esta película y esta familia de ficción es de fracturas.

La película  se construye a partir de ellas para terminar también en ellas. Todo es fractura. La familia, la memoria, el pasado, la desconexión generacional, la adolescencia, la paternidad, la soledad, el suicidio, el secreto. Nada está en su sitio.

La trama toma la forma de una perpetua desestructuración. El padre (Gabriel Byrne) y los dos hijos (Jesse Eisenberg y Devin Druid) sobreviven en el naufragio de la orfandad, de la madre que falleció (Isabelle Huppert).

Pero hasta esa historia, la de la muerte en un misterioso accidente de coche, es ambigua y dudosa. Al menos la versión que el padre dio a Conrad.

Isabelle era una fotógrafa de prestigio internacional, especializada en conflictos bélicos, que había estado en todas las guerras menos en las que se libraban en su casa. La familia ya estaba rota antes de que se marchara.

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La película empieza tres años después de eso, con el nacimiento del hijo de Jonah.

El espectador se enfrenta a un relato descentrado, desmechado (como a los tres personajes masculinos que lo protagonizan) y tiene que intentar recomponer y juntar las partes.

La fragmentación, o la fractura, emana también como discurso cinematográfico formal. Un discurso que cambia el presente con el pasado, que va de adelante hacia atrás, con referencias al trabajo de Isabelle y a los recuerdos de infancia de los hijos.

La película reproduce una forma de la memoria, que responde a los complejos mecanismos psicológicos de los personajes que necesitan poner en orden su historia, vencer miedos y traumas, para construir una nueva vida en el presente.

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Desestructuración de la forma, del discurso narrativo. Todo es ruptura, desorden.
Discurso roto, compuesto por flash backs, por escenas que tienen lugar en distintos tiempos, que remiten a diferentes personajes y ángulos de la historia.
El pasado y la historia sobreviven en los flashbacks, los recuerdos y las ensoñaciones de los personajes. A los pedazos de pasado, se le suman las fotos reveladoras tras la muerte, las secuencias oníricas y los monólogos interiores de todos los persona, y el diario de Conrad que traduce sus pensamientos más íntimos.

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La película finaliza en el punto en que se apacigua, se calma esa densidad, dando lugar a la paz y el encuentro.
Este momento de la narración se construye a partir de la verdad del suicidio de la madre al hijo menor, al que se le había ocultado, y velado una explicación. Y precisamente, y paradójicamente como sucede en la vida, ese era el momento tan temido y evitado por el padre.
A partir del conocimiento de esta información comienzan a fluir las relaciones. Las interpretaciones, con sus efectos de resentimientos, incomunicación y culpas, dejan lugar a una vivencia de reparación del pasado. El dolor compartido reemplaza al enfrentamiento. Es la recomposición final, como nuevo punto de partida de la familia.
Trier es un director exigente porque no es explícito, le deja al público la responsabilidad de juzgar, le brinda la información sin catalogar.
Como en su película anterior, Oslo 31 de agosto, al terminar de verla, nos queda mucho por reflexionar y debatir.
El director, la película, no juzgan, sólo muestran. Estamos en las antípodas de Hollywood.

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El titulo de la pelìcula alcanzó popularidad por ser el título de un album del grupo británico THE SIMITHS, liderado por el cantante Morrissey.

Este a su vez lo tomó de la novela de la autora canadiense Elisabeth Smart, «En Grand Central me senté y lloré», publicada en 1945:

“[…]; reventar sus avergonzados tímpanos con el rugido de la prueba, más sonoro que las bombas o los aullidos o el tic-tac íntimo del remordimiento. Nada, ni siquiera las mareas venenosas de la sangre que yo he derramado, puede detener las gigantescas olas del amor.”

Esta prosa poética se refiere a la transformación de la realidad del protagonista y de su mundo mediante su capacidad de expresividad emocional.

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“[…]; reventar sus avergonzados tímpanos con el rugido de la prueba, más sonoro que las bombas o los aullidos o el tic-tac íntimo del remordimiento. Nada, ni siquiera las mareas venenosas de la sangre que yo he derramado, puede detener las gigantescas olas del amor.»

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En Grand Central Station me Sente y Lloré

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Inspirado en su pasión por el poeta George Barker- narra la pasión de una mujer por un hombre casado. El extraordinario talento de la autora radica en convertir esta historia banal en una personalísima visión del mundo, de la literatura y de la historia. El diálogo con la tradición poética, el collage de inspiración surrealista y una cascada de imágenes alucinadas, sin desdeñar el sentido del humor, convierten este libro en un pequeño clásico, una obra única, una joya.

Sobre la relación entre la trama de la novela y la película, tomado del blog EL VIEJO TOPO:

La película del realizador noruego Joachim Trier, más que rendir tributo a la banda de Manchester, emplea el conocido título (en su versión inglesa la película se titula también “Louder than bombs”) con reminiscencias del texto original. La novela de Smart se centra en una compleja situación afectiva, basada en su propio affaire con el poeta George Baker (quien, a su vez, lo reflejó desde su perspectiva en la novela “La gaviota muerta”), y levantó una enorme controversia familiar hasta el punto que la madre de la autora logró que el libro fuera prohibido en Canadá y, los ejemplares que no llegaron a ser retirados, los compró para quemarlos. Siguiendo la cita, ecos de bombas, remordimientos, sangre derramada, amor y su inevitabilidad son elementos fundamentales en la película. También hay cierta remembranza temática con las circunstancias que rodearon esta novela de Smart, especialmente relacionada con la complejidad de las relaciones amorosas, el poder de la literatura y la forma de hacer frente a una visión de la verdad, ya sea para aceptarla como para decidir ocultarla y, literalmente, tirarla a la basura como hace un personaje de la película.

COMENTARIO EN TIMES:

En Grand Central Station me senté y lloré / Elizabeth Smart

Esta novela autobiográfica, publicada por primera vez en 1945, y que muy pronto se convertiría en un verdadero libro de culto al ser traducida a numerosos idiomas, narra con un lenguaje prodigioso, lleno de imágenes tan originales como potentes, la pasión de su autora por un hombre casado del que se enamoraría incluso antes de conocerlo personalmente.

Este libro influenció en las composiciones de Morrisey, tanto para sus canciones en solitario como para las que escribió en The Smiths; algo claro en títulos como London, What she said, Louder than bombs, Late night, Maudlin Street, por ejemplo.

«Explora la pasión entre un hombre y dos mujeres, una de ellas, la esposa; un amor tan desesperado como triunfante en el que el lector puede sentirse abrumado, en el que puede verse reflejado o incluso sentir envidia.», The Times.


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Amour fou, de Jessica Hausner

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Amour fou se inserta entre las películas estrenadas recientemente referidas a escritores románticos, como Leopardi, el joven fabuloso (2015), del napolitano Mario Martone, la alemana Amadas hermanas (2014), sobre Schiller, o la hermosa Estrella brillante (2009), de Jane Campion, sobre Keats.

La directora austríaca Jessica Hausner recrea la vida del escritor romántico prusiano Heinrich von Kleist para hablar de los temas que le interesan en un relato, que por su tono y lenguaje cinematográfico, tiene un efecto de extrañamiento y distanciamiento, tono que comparte con otros cineastas europeos de hoy.

El romanticismo se extendió por la cultura europa en la segunda mitad del siglo XVIII y la primera mitad del XIX. Fue un estertor, un estremecimiento, una histeria colectiva.

Kleist se suicidó a los 34 años. Fue un genial desequilibrado, un nudo de angustias, frustraciones, apasionamientos infantiles y desesperaciones románticas, un torturado.

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Hausner utiliza recursos que crean una atmósfera de artificial y un tono abstracto que atenta contra el realismo, para diseñar una estética que contrasta con la temática romántica que se desarrolla en la historia narrada.

Los episodios son históricos, pero a la directora le interesa mostrar aspectos universales, de todas las épocas, que atañen no a los amantes de la película, sino a todos y a cada uno de nosotros.

Las fuerzas irreductibles e invisibles, sobrenaturales, incluso, que anida en la subjetividad humana. Lo reprimido e indecoroso escondido en el desván de nuestra vida. Son esas cosas que nos mantienen atrapados en compartimientos secretos por miedo a que un día nos abrumen con emoción, con la fuerza inexorable de lo que es tan grande y horrible que está más allá de todo propósito o razón, y como tal puede aparecer como hermoso.

Un fragmento de Simone Weil (de La gravedad y la gracia) ilustra la atracción de la muerte en el personaje de Hausner y su deseo de arrastrar con él a su amada:

«La tendencia a difundir el sufrimiento más allá de nosotros mismos. Si por debilidad excesiva no podemos ni suscitar piedad ni hacer daño a los demás, atacamos lo que el universo mismo representa para nosotros. Entonces todo lo bueno o hermoso es como un insulto «.

El ideario del movimiento romántico alemán estaba centrado en la exaltación de lo instintivo, el sentimiento, el idealismo, la decepción de lo real, un violento choque con la realidad miserable y materialista, el sentimiento trágico de la vida y la mistificación de la muerte, lo que causaba que los jóvenes románticos acabaran con su propia vida a través del suicidio. La mayoría de los poetas románticos murieron jóvenes.

AMOR LOCO

Parte de la idea de que si se  ama a alguien, la mirada propia se va tiñendo de la mirada del otro y la realidad llega a ser muy subjetiva. ¿cuáles son los sentimientos entre las personas, y lo que  imaginan? El personaje masculino, Heinrich, tiene una fuerte visión de lo que el amor debe ser, y trata de adaptar la realidad a su visión.  Para Henriette, esta diferencia no es muy clara y parece no ser capaz de actuar de una manera muy deliberada.

ESTETICA DE LOS ESPACIOS

Las habitaciones son grandes en relación con sus cuerpos.  Tal como lo vimos en el lenguaje de otro director austríaco, Ulrich Seidl, sus escenas centran simétricamente a los personajes y hay todo un espacio negativo alrededor de ellos, creando la  sensación de soledad y de constricción de esas paredes.

La puesta en escena en esta película es como en una obra de teatro, el movimiento de los actores no es natural,  parece que los personajes son parte de un juego,  se mueven como si estuvieran en un juego de ajedrez.

Están muy sujetos a las reglas de la sociedad en que viven. Son rígidos, o se comportan de una manera muy cortés, con formas de hablar o de moverse muy unificadas, reglamentadas socialmente.

La directora declaró en alguna entrevista que este aspecto le interesa porque es la misma forma reglamentada que se da en nuestra sociedad actual: «Puede ser más obvio al mostrarla en el siglo XIX, porque  se tiende a pensar que las reglas eran estrictas y ahora no. Pero creo que en nuestra sociedad las reglas son tan estrictas como lo eran antes, sólo tienen diferentes maneras de ser impuestas a las personas.». Este tema es explorado también por el cineasta sueco Ruben Ostlund en películas como Involuntary o Fuerza mayor.

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HUMOR NEGRO 

Dice la autora: «Yo estaba buscando este tipo de humor negro. A veces tengo la sensación de que cuando estoy haciendo una película, por un lado trato de centrarse en temas muy existenciales o brutales u homicidas, pero por otro lado, necesito este tipo de mareo y un punto de vista distante,  y creo que el humor es el tipo de lente que me gusta ponerme. De lo contrario, para mí no sería soportable, y me encanta Luis Buñuel, que tiene este tipo de humor que me inspira mucho, es muy absurdo.»

La idea de que estuviera hablando sobre- «Oh le gustaría morir conmigo?» en frente de un grupo de señoras mayores que beben el té,  se trata de una especie de humo absurdo, como hace Buñuel.

Pintura de la sociedad

«Yo no quiero centrarme en la historia individual de dos personajes, pero para mostrar toda una sociedad. Recuerdo que en el guión, había muchas escenas donde sólo había los dos personajes, y luego en la película, éstos se convirtieron en escenas en las que, por ejemplo, aparece la doncella y desaparece, o la chica está presente, o el perro, en el fondo.»

Encierro – Aislamiento

Al pensar la mezcla de los sonidos de la película la directora decidió:  «No, la ventana está cerrada. No hacer que suene como si la ventana estaba abierta. Vamos a cerrar la ventana «Ese fue el lema de la mezcla:. Que el ruido existe fuera, los caballos, las voces, los pasos. Es como en otro planeta. Es muy distante y es, por supuesto, a causa de esa sensación del interior cerrado. No hay ninguna salida.

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Enfermedad y tratamiento

La escena de los gestos del hipnotizador pasando sus manos sólo unas pocas pulgadas por encima del cuerpo de Henriette y limpiándolos, es fruto de la investigación sobre el aspecto médico y sobre la enfermedad.

Al final del siglo XVIII, este tipo de hipnosis, esta mesmerismo-Mesmer era en realidad un médico austríaco y utilizó este tipo de tratamiento por primera vez- era muy popular en la época. Se basaba en un magnetismo animal, que el cuerpo tiene líneas magnéticas, y si lo hace, se limpia el magnetismo de un cuerpo. Es como un predecesor de la hipnosis y psicoterapia que Freud utilizó a finales del siglo XIX, y que dio paso a los tratamientos psicológicos. Porque durante estos tratamientos la gente empezaba a hablar. En ese momento, no sabía aún que eso podría ser interesante, pero más tarde Freud se dio cuenta de que durante la hipnosis, la gente empezaba a decir verdades sobre sí mismos.

Enriqueta es una mujer muy infantil. Este aspecto suyo es muy importante en cuanto a la relación con su hija. Porque resta la pregunta: ¿cómo puede una mujer dejar a su hija y querer morir? La respuesta es que ella es una niña, son como dos hermanas diciendo adiós cuando ella se va. No tiene el sentimiento maternal de la responsabilidad.

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Amos Oz: Una pantera en el sótano

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El escritor israelí Amos Oz acaba de ser distinguido en Alemania con el Premio Siegfried Lenz. Con motivo de esta premiación, recordamos su novela Una pantera en el sótano, un texto hermosísimo, inteligente, audaz, que habla sobre la «traición», la traición de hacerse amigo del enemigo. De conocer o comprender desde lo humano, más allá de las fronteras y las divisiones.  Fue llevada al cine bajo el título El pequeño traidor.

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LA NOVELA «UNA PANTERA EN EL SOTANO»

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Es una novela hermosa, que me emociona y deleita, por su candidez y profundidad.

Año 1947. Un niño de 12 años, Profi, crea con sus amigos un grupo clandestino imaginario, resistente a las fuerzas coloniales inglesas que aún mandaban en la vieja Palestina. En esos días de calor y tropelías infantiles aparece en la vida de Profi el sargento Dunlop, del que Profi desconfía, porque es lo que le han enseñado, el mandato es el odio al enemigo. Pero niño y sargento pactan un intercambio de bienes: clases de hebreo por clases de inglés.

Entre toques de queda, controles fronterizos, alimentos racionados y miedo a una independencia que se retrasa, Profi se piensa como una pantera en el sótano, agazapada para atacar al invasor, pero en lugar de ello entabla relación

La etiqueta de traidor ya no lo abandonará nunca. Es el miedo a los matices cuando las guerras son a blanco y a negro, cuando las relaciones humanas son una amenaza para la conquista.

Y el silencio es una forma de traición para Oz. Por eso embarca en la literatura, en las palabras, en la narración de historias. Cuando Profi lee a escondidas los libros de la biblioteca de su padre: «sabía con total exactitud cuál era mi deber, a qué había consagrado mi vida». Como para Borges, la biblioteca es el universo. Su madre legitima su vocación:

«Ya que te llaman Profi, que viene de profesor, a ver si de verdad comienzas a ser un profesor en lugar de ser un general o un espía. Medio mundo son generales o espías. Tú no. Tú eres un niño de palabras.» Su destino está sellado.

Sobre la traición como núcleo temático

La novela es presentada como un tratado sobre la traición. El texto se abre con la frase: «Muchas veces en la vida me llamaron traidor».

Y más adelante, el Tribunal sentenciará al protagonista: «Tú, Profi, amas al anemigo. Amar al enemigo, Profi, es peor que pasarle información. Es peor que delatar a los combatientes. Peor que convertirse en un soplón. Peor que venderles armamento. Incluso es peor que pasarse a sus filas. Amar al enemigo, Profi, es batir el récord de las traiciones.»

A lo que Profi responde con la intención de vivir aislado, fuera de la sociedad, como forma de no traicionar, por no pertenecer a ella: «Me iré al monte y seré un niño del monte. Viviré ahí solo. Para siempre. No perteneceré a nada, así no traicionaré. Porque todo el que pertenece a algo, traiciona. Se oyó el rumor de los pinos y el murmullo de los cipreses: cállate, vil traidor.»

La ficción expone el pensamiento del autor sobre este tema central y recurrente tanto en su obra como en su posicionamiento político, al que se refiere asiduamente:

«Sólo el que ama puede convertirse en traidor. Traición no es lo contrario de amor; es una de sus opciones. traidor – creo – es quien cambia a ojos de aquellos que no pueden cambiar y no cambiarán, aquellos que odian cambiar y no pueden concebir el cambio, a pesar de que siempre quieran cambiarle a uno. En otras palabras, traidor, a ojos del fanático es cualquiera que cambia. y es dura la elección entre convertirse en un fanático o convertirse en un traidor. No convertirse en fanático significa ser, hasta cierto punto y de alguna forma, un traidor a ojos del fanático.»

Profi busca en la enciclopedia:

«Traidor: chivato, informante, espía, intrigante, desertor, quinta columna, colaborador, agente extranjero, agente secreto, agente doble, cuchillo por la espalda, apóstata, vergüenza, transgresor del pacto, el que vende su alma al diablo, topo, provocador, Bruto (véase Roma), Quisling (véase Noruega). Y en el ámbito conyugal: mantener relación con un tercero, infiel, impostor, desleal, hipócrita, el que no es por dentro como por fuera, Judas (Para los cristianos). Biblia: «como diente picado y pie que resbala es confiar en un pérfido cuando llega el peligro» (Prov 25:19).»

Oz trabaja sobre el lenguaje, se mete por los infinitos vericuetos de las palabras, sus significados y connotaciones, que al personaje de Profi le parecen «un frondoso bosque con multitud de caminos de los que parten más y más senderos, tragados por la oscuridad de la espesura del bosque, cada vez más tortuosos, senderos que se encuentran y al momento se bifurcan, senderos que llevan a escondrijos donde hay cuevas, maleza, laberintos, grutas, grietas, valles olvidados, asombro y maravilla; entonces, cómo se pueden cruzar de pronto los senderos del apóstata, del que vende su alma al diablo y del infiel, cómo se unen el agente secreto y el cuchillo por la espalda, el hipócrita, el topo, el transgresor del pacto y el espía.»

El relato desarrolla el conflicto durante la ocupación inglesa desde la mirada de un niño, con su ingenuidad e inocencia. Mira el mundo de los mayores, de la guerra, de los valores que llevan a enfrentamientos, odio y divisiones. Resalta la amistad, el humanismo, más allá de las diferencias políticas o étnicas. La identificación de Profi con su amigo, el soldado inglés, constituye una perla, una imagen cálida, tierna, y profunda a la vez.

Amos nos confiesa cómo de niño él también era un pequeño fanático con ínfulas de superioridad moral: «yo era un chico que lanzaba piedras, un chico de la Intifada judía. De hecho, las primeras palabras que aprendí a decir en inglés, aparte de yes o no, fueron British go home!, que era lo que los chicos judíos solíamos gritar a las patrullas británicas en Jerusalén mientras las apedreábamos»

Qué es confianza. Qué es traición. Dónde está la débil frontera que las separa y que, en ocasiones, se diluye y se entremezcla. Es lo que trata de desentrañar esta obra, a través de una historia plagada de sutilezas, de equívocos y de recelos, que son la base natural de cualquier convivencia.

 

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LA PELICULA

Sus primeras obras publicadas datan de la década de los sesenta. Quizás en otra parte, dedicada a la memoria de su padre, fue adaptada para el teatro. Mi marido Mikhail(1968), llevada al cine por Dan Wollman en 1975.

Una pantera en el sótano fue llevada al cine bajo el título El pequeño traidor. Literatura y cine se imbrincan, ya que el título de la novela es extraído de una película imaginaria, de espías, de Tyrone Power, y el protagonista infantil en sus aventuras recuerda la película y se siente un héroe cinematográfico.

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CONTRA LOS FANATISMOS

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En todos estos años, Oz dice haberse convertido en un experto en fanatismos comparados y aboga porque en las escuelas y universidades de todo el mundo se impartan cursos sobre este tema, a los que gustosamente se prestaría. Y es que el fanatismo para Oz está activo en todo el mundo y se encuentra en todos los lados, no sólo el político, hay muchas otras formas. Así mismo, dice, todos podemos contagiarnos del fanatismo cuando tratamos de combatirlo. La virtud se puede convertir en su contrario. La historia nos enseña con qué frecuencia el ocupado se convierte en ocupante, el oprimido en opresor, la víctima de ayer en verdugo, con qué facilidad se cambian los papeles. Cree que es tiempo de usar las palabras y considera el silencio como un abuso del lenguaje, un mal uso del lenguaje, no sólo por parte de los intelectuales, de los profesores o escritores, sino de cualquier ciudadano. No importa lo impopular que uno pueda ser entre los fanatismos de ambos bandos. Cuando un líder, un escritor, o un simple ciudadano se dirige a sus semejantes como parásitos o elementos indeseables, tarde o temprano esas personas serán tratadas sin dignidad humana. Un escritor, dice, que trata cotidianamente con las palabras, con sus matices, que es experto en un adjetivo singular, al escuchar un lenguaje contaminado tiene el deber de gritar fuego.

EL ESCRITOR

Oz es un intelectual que no se cansa de repetir que el choque entre judíos israelíes y árabes palestinos no es una historia de buenos y malos, sino una tragedia: un choque entre derecho y derecho. Entre lo justo y lo justo, no entre lo justo y lo injusto.

Proclama que tanto los judíos como los palestinos tienen una reivindicación muy fundamentada. Una causa muy justa, que ambos defienden a veces de forma equivocada. Y lo ha dicho tantas veces que se ha ganado el título de traidor a ojos de muchos de sus compatriotas así como a los de sus amigos los árabes palestinos a los que nunca ha conseguido satisfacer por completo, en parte, porque piensan que su postura no es lo suficientemente radical, propalestina ni proárabe.

Le acusan de traidor como a Profi, el protagonista de la novela Una pantera en el sótano, con la que ganó en 1988 el premio nacional de literatura y que desencadenó un escándalo en Israel, llevando la derecha el caso al Tribunal Superior de Justicia, el cual finalmente desestimó el recurso.

Y no les falta razón a sus compatriotas, sus escritos molestan. Amos, con el humor que le caracteriza, recibe el título de traidor como una condecoración más a añadir al del premio nacional y lo define como aquel que cambia en medio de los que no cambian y odian el cambio y ni siquiera pueden imaginar un cambio, a pesar de que siempre quieran cambiarle a uno.

Amos Oz se considera un alumno de Chejov y no de Shakespeare. Una tragedia se puede resolver de una manera shakesperiana en la cual la justicia poética flota sobre el escenario lleno de cadáveres, o en una forma chejoviana, en la cual todos están melancólicos, desilusionados, destrozados, con el corazón roto, pero vivos. Tanto en sus novelas como en la lucha política, Oz, apuesta por algún tipo de desdichada contemporización chejoviana. No hay acuerdos felices: un acuerdo feliz es una contradicción. Un oxímoron.

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BIOGRAFIA de AMOS OZ

De padres sobrevivientes de Europa oriental, Amos Oz nació en 1939 en Jerusalén, una de las ciudades más cosmopolitas del mundo, en la que había barrios árabes, judíos, armenios,  alemanes, una colonia americana y otra griega. Una ciudad mestiza en la que en cada barrio se rezaba de forma diferente, se hablaba una lengua diferente, se vestía de forma diferente. Había tensiones pero no violencia, pese a que todos pensaban que Jerusalén era realmente suya.

A los catorce años Amos Klausner se rebeló contra el mundo de su padre: «Ya estaba harto de esa atmósfera erudita, de los valores burgueses de la clase media y de la política de derecha. Así que decidí convertirme en todo lo que mi padre no era. El era de derecha, yo decidí ser socialista. El era un erudito, yo decidí manejar un tractor. El era un intelectual, yo decidí ser granjero socialista. Y entre otras cosas, también decidí adoptar un nuevo apellido hebreo, Oz, que significa coraje, determinación, fuerza, cosas que yo necesitaba profundamente cuando dejé mi casa y me fui a vivir solo en un kibbutz».

Cuando vivió en un kibbutz, compaginó sus labores en el campo con la escritura.  Hizo el servicio militar y combatió en las guerras. Estudió filosofía y literatura. Estuvo como profesor invitado en universidades de Europa y EEUU. En 1986 el asma de su hijo hizo que se trasladara a Arat por su clima seco, una pequeña población en el corazón del desierto, que se transformó en escenario de sus relatos. 

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TEXTOS SOBRE EL FANATISMO

«El fanatismo es más viejo que el islam, que el cristianismo, que el judaísmo. Más viejo que cualquier Estado, gobierno, o sistema político. Más viejo que cualquier ideología o credo del mundo. Desgraciadamente, el fanatismo es un componente siempre presente en la naturaleza humana.»

«El fanatismo surge por doquier. Con modales más silenciosos, más civilizados. Está presente en nuestro entorno y tal vez dentro de nosotros mismos.»

«Traidor es quien cambia a ojos de aquellos que no pueden cambiar y no cambiarán, aquellos que odian cambiar y no pueden concebir el cambio, a pesar de que siempre quieran cambiarle a uno. En otras palabras, traidor, a ojos del fanático, es cualquiera que cambia. Y es dura la elección entre convertirse en un fanático o convertirse en un traidor. No convertirse en un fanático significa ser, hasta cierto punto y de alguna forma, un traidor a ojos del fanático. Yo he hecho mi elección…»

«No estoy sugiriendo que cualquiera que mantiene opiniones vehementes sea un fanático, claro que no. Digo que la semilla del fanatismo siempre brota al adoptar una actitud de superioridad moral que impide llegar a un acuerdo. Es una plaga muy común, que por supuesto, se manifiesta en diferentes grados.»

«Muy a menudo, el fanático sólo puede contar hasta uno, ya que dos es un número demasiado grande para él o ella. Al mismo tiempo, descubriremos que, a menudo, los fanáticos son sentimentales sin remedio.»

«Conformidad y uniformidad, la urgencia por pertenecer a y el deseo de hacer que todos los demás pertenezcan a, pueden constituir perfectamente las formas de fanatismo más ampliamente difundidas, aunque no las más peligrosas. (…) con frecuencia, el culto a la personalidad, la idealización de líderes políticos o religiosos, la adoración de individuos seductores, bien pueden constituir otras formas extendidas de fanatismo.»

«Creo que la esencia del fanatismo reside en el deseo de obligar a los demás a cambiar.(…) El fanático es un gran altruista. A menudo, está más interesado en los demás que en sí mismo. Quiere salvar tu alma, redimirte. Liberarte del pecado, del error (…) De una forma u otra, el fanático está más interesado en el otro que en sí mismo por la sencillísima razón de que tiene un sí mismo bastante exiguo o ningún sí mismo en absoluto.»

«Muy a menudo, todo comienza en la familia. El fanatismo –creo- comienza en casa (…) Debería concluir diciendo que el antídoto también se puede encontrar en casa: está en potencia en la yema de los dedos cuando escribimos»

«Mucho cuidado, el fanatismo es extremadamente pegajoso, más contagioso que cualquier virus. Se puede contraer el fanatismo fácilmente, incluso al intentar vencerlo o combatirlo. Leyendo los periódicos o viendo la televisión, es posible comprobar todos los días lo fácilmente que la gente se convierte en fanática antifanática»

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Sobre la necesidad de llegar a un compromiso y su naturaleza

«Los europeos bienintencionados, los izquierdistas europeos, los intelectuales europeos, los liberales europeos siempre necesitan saber, primero y sobre todo, quiénes son los chicos buenos y quiénes son los chicos malos de la película. En este sentido, Vietnam era muy fácil. (…) El apartheid era muy claro (…) Cuando se trata de los fundamentos del conflicto árabe-israelí, en particular los conflictos palestino-israelíes, las cosas no son tan simples (…) no es una película del salvaje Oeste. No es una lucha entre el bien y el mal, más bien lo considero una tragedia en el sentido más antiguo y preciso del término: un choque entre derecho y derecho, entre una reivindicación muy convincente, muy profunda, muy poderosa, y otra reivindicación muy diferente pero no menos convincente, no menos poderosa, no menos humana.»

«Llegar a un acuerdo, a un compromiso tiene una reputación nefasta en la sociedad europea. Especialmente entre los jóvenes idealistas, que siguen considerando que llegar a un acuerdo es oportunista y algo artero y oscuro que implica falta de coraje. No es mi vocabulario. Para mí llegar a un acuerdo significa vida. Y lo contrario de llegar a un acuerdo no es idealismo ni devoción. Lo contrario es fanatismo y muerte.»

«Se requiere llegar a un acuerdo, a un compromiso, no llegar a una capitulación. Lo que significa que los palestinos jamás deberían arrodillarse. Ni tampoco los judíos.(…) pero quiero decir desde el principio que va a doler de lo lindo. (…) Muchos judíos israelíes no se dan cuenta de lo profunda que es la conexión emocional de los palestinos con la tierra. Igual que muchos palestinos no consiguen darse cuenta de lo profunda que es la conexión judía con la misma tierra. Pero para llegar a comprenderlo, ambas naciones tienen que atravesar un doloroso proceso que pasa por prescindir de los sueños, de las ilusiones, de las esperanzas y de los viejos eslóganes del pasado en ambos bandos.»

«No soy un pacifista en el sentido sentimental de la palabra. (…) Nunca lucharía -prefiero ir a prisión- por más territorios. Nunca lucharía por un dormitorio de más para la nación. Nunca lucharía por lugares sagrados o por vistas a los santos lugares. Nunca lucharía por supuestos intereses nacionales. Pero lucharía y lucho como un demonio por la vida y la libertad. Por nada más.»

«Cuando formulé o acuñe la expresión: Haz la paz, no el amor, desde luego no predicaba en contra de hacer el amor. Pero sí intentaba acabar de alguna forma con ese revoltijo sentimental de paz y amor (…) que hace pensar a la gente que sólo con que los chicos malos soltaran las armas el mundo se convertiría de inmediato en un maravilloso y adorable lugar. Da la casualidad de que creo que el amor es poco cómodo.(…) No creo que el amor sea la virtud a través de la cual se resuelvan los problemas internacionales. Se requieren otras virtudes. Se requiere sentido de la justicia pero también sentido común, imaginación, habilidad extrema para imaginar al otro, para ponernos a veces en la piel del otro. Se requiere la capacidad racional de comprometernos y, a veces, de hacer sacrificios y concesiones. Pero no se requiere que nos suicidemos a favor de la paz.»

«Si veo en vida al Estado de Israel y al Estado de Palestina vivir puerta con puerta como vecinos honestos sin explotación, sin derramamiento de sangre, sin terror, sin violencia, quedaré saciado incluso aunque no prevalezca el amor.»

«He sido muy crítico con el movimiento nacional palestino durante muchos años (…) soy igualmente crítico con generaciones de israelíes sionistas incapaces de imaginar que hay un pueblo palestino, un pueblo real, con derechos legítimos y reales. Así que ambos liderazgos -sí, el pasado y el actual- son culpables de no entender la tragedia o al menos de no contársela a su pueblo como es debido.»

«No creo en una luna de miel repentina. No soy un sentimental.(…) de esperar algo, se trataría más bien de un divorcio limpio y justo entre Israel y Palestina. Y los divorcios nunca son felices. Por muy justos que sean, siguen hiriendo, son dolorosos. Especialmente este divorcio en concreto, que será rarísimo porque las dos partes en litigio se quedarán definitivamente en el mismo apartamento. Nadie se va a mudar.»

«Más urgente que la cuestión de las fronteras, más urgente que la disputa de los santos lugares, más urgente que cualquier otra cuestión es la tragedia de los refugiados (…) Todos y cada uno de los refugiados palestinos sin hogar, sin trabajo ni país deberían ser provistos de hogar, trabajo y pasaporte. Israel no puede admitir a esa gente en grandes cantidades. Si lo hace nunca más será Israel. Pero debería participar en la solución, debería admitir parte de la responsabilidad en esta tragedia.»

«Los palestinos y otros árabes tenían verdadera dificultad para pronunciar la palabra Israel. Solían llamarlo la entidad sionista, la criatura artificial, la intrusión, la infección, aldaula almazuuma (el estado o ser artificial). (…) los israelíes no eran mejores en aquellos años …incapaces de pronunciar las palabras explícitas pueblo palestino. Solíamos recurrir a eufemismos como los lugareños o los habitantes árabes del país

«Ahora los dos pueblos saben que el otro existe de verdad y la mayoría de la gente de ambos bandos sabe que el otro no se irá. ¿Les gusta la idea? En absoluto. ¿Es un momento alegre? En absoluto. Es un momento doloroso.»

«Nunca infravaloro la miopía y la estupidez de los líderes de ambos bandos. Pero sucederá.»

William Somerset Maugham y el cine

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SOMERSET MAUGHAM Y EL CINE

Trabajó en Hollywood. Escribió guiones de películas, y también se filmaron películas a partir de sus novelas, obras de teatro y relatos. Pocos escritores fueron tan prolíferos en el campo del cine. Como escritor y como inspirador incluso de un personaje que ha dado el cine, como tributo a este escritor fascinante, enigmático, que era tímido y seductor, amante del gran mundo y lúcido observador. A continuación sólo algunas de las películas sobre los textos de Somerset.

SERVIDUMBRE HUMANA (Of human bondage, 1915)

Su relato autobiográfico Servidumbre humana (Of human bondage, 1915) fue considerada la mejor novela al ser publicada, y dio origen a múltiples adaptaciones en el cine.

El texto narra cómo el hombre se ve arrastrado y humillado por la mujer más inapropiada y desprecia a aquellas que de verdad lo aman. «Si queres que un hombre sea bueno contigo, has de ser duro con él», dice una de sus protagonistas. El cine, la novela, reinciden en la perversidad femenina, su fascinadora atracción.

El protagonista masculino, Philip Carey, es el alter ego de William Somerset Maugham: como él, es estudiante de medicina, tímido y padece de cojera de una pierna, mientras que Somerset padecía de tartamudez, leve defecto físico que le persiguió toda su vida. En la novela Philip se opera de la cojera

Pocas veces una obra literaria produjo tantas versiones cinematográficas de envergadura.

El exitoso relato fue llevado al cine en 1934,con Bette Davis (Cautivo del mal); en 1946, con Eleonor Parker (Cautivo del deseo), y en 1964, con Laurence Harvey y Kim Novak (Servidumbre humana).

Cautivo del mal, 1934

Dirigida por John Cromwell, con elegancia. Rinde homenaje a Murnau (como en la escena de los enamorados cruzando entre los autos. Introduce al espectador en la escena, haciendo que los actores hablen a la cámara. Utiliza los recursos técnicos de la época para proyectar a la mujer soñada en los sobresaltos de la ilusión. Retrata a los personajes lanzados a sus deseos, en una ciudad de Londres en camino a la modernización.

Con Leslie Howard en el personaje principal, alter ego de William Somerset Maugham. Carey es un mediocre pintor con un pie defectuoso congénito, incapaz, que se resigna a su suerte, a su perseverancia y falta de inteligencia

Con Bette Davis como Mildred Rogers, una simple camarera de sonrisa encantadora. Este papel le hizo ganar la primera de sus diez nominaciones a los Oscars y se convertiría aquí, para siempre, en la más mala de las clásicas. En los papeles secundarios se destacan Frances Dee (Sally) y Kay Johnson (Norah), las otras mujeres en la vida sentimental de Philip

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Cautivo del deseo, 1946

Dirigida por Edmund Goulding, y protagonizada por Paul Henreid y Eleanor Parker.

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Servidumbre humana, 1964

Con dirección de Ken Hughes  y con Laurence Harry y Kim Novak, en los protagónicos.

A pesar de su corrección, no alcanzarían el impacto que tuvo sobre el público la versión con Bette Davis, convertido en un clásico del cine.

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THE PAINTED VEIL (El velo pintado, 1925)

Al otro lado del mundo (2006),  protagonizada por  Naomi Watts, Edward Norton y Liev Schreiber,  es una adaptación deesta novela, de la que hay una adaptación anterior, de 1934, protagonizada por Greta Garbo.

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Argumento:Kitty Garstin, joven y bella londinense, cumple sus veinticinco años sin haber alcanzado el objetico para el que fue educada por su madre: hacer una buena boda. Por temor a que su hermana menor se case antes que ella, contrae matrimonio con su bacteriólogo, un hombre inteligente, educado y normalmente intachable, que la adora pero de quien no está enamorada. Después de la boda, se trasladan a Hong Kong, donde Kitty se enamora de Charlie Towsend, un inglés apuesto y frívolo de la colonia extranjera, con quien le será infiel a su marido. Descubiertas sus relaciones adúlteras, y traicionada por Charlie, se verá obligada a seguir a su marido a una zona interior de China afectada por el cólera. Kitty, incapaz de obtener el perdón de su marido, se entrega a labores humanitarias. El contacto con la muerte y con una realidad dura y penosa harán de ella una persona nueva. Y descubrirá su amor por su marido.

AL FILO DE LA NAVAJA (The razor´s edge, 1944)

Su exitosa novela The Razor’s Edge (El filo de la navaja) publicada en 1944, fue llevada al cine dos años después, con Tyrone Power, Anna Baxter, Clifton Webb y en 1984 con Bill Murray.

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Argumento: Larry Darrel mira atrás y no se ve a sí mismo. No está muerto, ha sobrevivido a la Gran Guerra y ya nada puede ser como antes. Necesita renacer y encontrarle sentido a su vida. Larry romperá su compromiso de boda y renunciará a su radiante porvenir en el mundo de las finanzas. París, la India y el Tibet serán algunos de los escenarios en los cuales buscará otro modo de enriquecerse: en sabiduría y en conocimientos, sumergiéndose en nuevas culturas y espiritualidades Larry abandona a sus amigos ricos y su estilo de vida y viaja a la India en busca de la iluminación. El elemento autobiográfico está de nuevo presente, ya que el protagonista se había enrolado como voluntario en una unidad de aviación y Maugham lo hizo en la Cruz Roja. Sin Darrel, la vida continúa en Chicago, en donde Isabel ha renunciado a esperarle y el crak del 29 amenaza fortunas y sueños de oro. Los temas del misticismo oriental y el asco provocado por la guerra chocaron a los lectores en unos momentos en que estaba acabando la Segunda Guerra.

Link de la Escena del diálogo de Larry con el sabio, el maestro zen en la India, en la versión de 1946, en youtube: http://youtu.be/cu-ZA0c6GIo

 El misterio de la villa (Up at the villa, 1941)

El misterio de la villa (Up at the villa) fue filmada en el 2000 con Kristin Scott Thomas y Sean Penn, dirigida por Philip Haas.

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Conociendo a Julia, 2004 (Theatre, 1937)

 Conociendo a Julia (2004) es una adaptación de la novela Theatre, de 1937, de Somerset Maugham. Fue dirigida por el reconocido director húngaro István Szabó y protagonizada por Annette Bening, por la que fue nominada al Oscar a la mejor actriz y Jeremy Irons.

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Somerset como personaje

Somerset también está presente en el cine, ya no a través de sus textos adaptados o de sus guiones, sino por su vida misma, su persona hecha personaje. Dado que el escritor inglés trabajó como espía para el servicio de inteligencia británico durante la guerra, y viajó y vivió en las colonias europeas del sudeste asiático, su figura se hizo mítica.

En Seven, película de suspenso, cine negro y psicothriller, de 1995, protagonizada por Brad Pitt y Morgan Freeman, el personaje que Freeman interpreta es el detective de Homicidios William R. Somerset, en una clara referencia y homenaje al escritor.

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VER: SOMERSET MAUGHAM: VIDA DE NOVELA: https://gruposdecine.wordpress.com/wp-admin/post.php?post=477&action=edit

 

 

Peter Handke sobre el cine

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El escritor austríaco reflexiona acerca de la experienca reveladora que implicaba ver un film en los años 60, en un artículo del libro Lento en la sombra, publicado recientemente por la Editorial Eterna Cadencia.

CUANDO EL CINE TENIA LA FUERZA DE DARLE SENTIDO AL MUNDO

Un caminante sobre hielo, un conquistador de continentes, un alpinista que, si fuera posible, escalaría no sólo la cima del Himalaya, sino también el doblemente alto Monte Olimpo en Marte; el cineasta Werner Herzog me ha advertido involuntariamente, antes de abocarme a estas pequeñas alusiones sobre el cine: el que filma una película tiene que ser un experto en todo, aunque más no sea en abrir, sin llave, un auto ajeno que molesta en su toma.

No me atrevo a algo semejante, y así es como mi par de palabras no deben provenir de un cineasta, sino de un espectador. Alguna vez, de todas las cosas, más cerca de su corazón estaba para él una cosa, que se llamaba «cine».

Pero ¿no revelo con eso otra cosa, igual de cercana para mí «en aquellos viejos tiempos», la cosa llamada «libro»?

Con los libros era otra cercanía, además de que hablar del cine tal como fue alguna vez ya es hablar de una especie de legado, pues no tiene paralelo actual; contar sobre el cine que alguna vez fue acaso sea dirigirse, frente a los que hoy van al cine, a la posteridad.

Pero nada nostálgico debe meter mano, mi poco contar no debe ser debilitado por la nostalgia que ablanda los huesos. Legar no significa privatizar lo desaparecido, sino más bien transmitir precisamente lo pasado a un público -aun cuando esté compuesto por un único ser-, en la forma de un contorno, un croquis, un modelo, un patrón, un plan, todo esto naturalmente adornado aquí y allí con los medios disponibles.

¿Qué cosa fue el cine para mí alguna vez?

A diferencia nuevamente de los libros, que, en los golpes de suerte, se convertían durante la lectura en cosa posible -la más pura de todas las posibilidades de vida-, el cine se abría una y otra vez al espectador como cosa real, de la más vasta de las realidades, y como la única cosa semejante en aquel entonces, en los años sesenta del siglo XX.

Y todos los cines eran así, no sólo éste o aquél en especial. Cada cine encarnaba un lugar, ¡y qué poderoso!, en medio de la falta de lugares, o del encierro, o la inaccesibilidad, que a uno le saltaba a la cara, al menos en aquel tiempo, desde las calles, los pasajes y los callejones de la iglesia.

«Adentro, en el cine, tomaba aire», así podía aún decir a fines de los sesenta sobre uno de mis héroes, y ése era casi el único instante en el que el ex arquero Josef Bloch no se sentía dividido de la realidad, sino que era uno con ella, o simplemente era con ella.

Y uno eran para mí, también en aquel entonces, el cinematógrafo y la película, cine y cinta. Lo más fenomenal del cine, de los cines, así me parece ahora, era que ahí (y ahí en el cine Auge-Gottes [Ojo de Dios], ahí en el Grenzlandlichtspielen [Cinematógrafos de la Frontera], sin que aquellas locaciones se nos perfilaran, se nos tiraran, se nos jactaran especialmente como «sitios culturales», la cultura tenía lugar, surtía efecto, daba frutos, y no la cultura pura de corazón frío, monopólica, que causa extrañeza, sino siempre y siempre la cultura mezclada, la abierta a todas partes, amiga del hombre, que entibia el corazón.

Ésta floreció, tal vez durante cuatro, cinco pequeñas décadas de nuestro siglo, únicamente en los cinematógrafos, y por eso el cine fue alguna vez algo único, una gloria única (salvo tal vez las veces en que, ya sea al anochecer o como matiné, bloqueaban el escenario las «películas culturales» conforme a la regla, evitadas por no pocos de nuestro gremio de espectadores de cine). ¿Cultura? Sí, el cine, la película eran, al menos para mí, un alimento para el espíritu, por cuanto él, ella, me insuflaban un aliento otro, un segundo, un tercer aliento, uno adicional.

En un cine de lo más normal, todavía no especializado, vi en 1962 o 1963 La notte , La noche , de Michelangelo Antonioni. Después de la película estaba parado en el centro de Graz, en una parada nocturna de tranvía, y experimenté cómo la ciudad de Steiermark se convertía en una metrópoli, monumental y al mismo tiempo vaporosa. Nunca antes la noche se me había aparecido de forma tan real, tan elemental, y yo a mí mismo en ella. En aquel entonces, con La notte experimenté por primera vez, muy por encima de toda la percepción de mí mismo, algo así como una percepción del mundo.

Lo que esa película provocó en mí fue, con las leyes del arte, que al menos en su momento aún no se presentaba (o debía presentarse) como tal en los cines, un despertar, uno fabuloso. No hablo para nada de un despertar espiritual de ningún tipo: despiertos estaban prioritariamente los sentidos.

Qué viento en las sienes -lo contrario del «hueso occipital», como figura en el investigador de huesos Goethe-, y un respirar como a través de ollares. Era como si, por el solo hecho de mirar, me hubiera ganado el mundo (lo que entretanto sólo logro de vez en cuando por medio de un trabajo específico), y el mundo, sin acontecimientos nocturnos especiales, estaba ahora ahí como un acontecimiento; «gran anchura de mundo», según el diagnóstico otra vez del señor Goethe, el que viajaba por el mundo solo y en la habitación hogareña, observando láminas ilustradas.

En la oscura calle de la periferia, donde por mi parte caminé a una habitación hogareña, asombrándome-demorándome, me rozó en el horizonte la inmensa luna llena, amarilla, sobre la llanura Padana.

Lo mismo tuvo lugar, tal vez un año más tarde, después de El hombre que mató a Liberty Valance , de John Ford, en el cine de suburbio de Graz-Puntigam, ya desaparecido hace mucho, que en mi recuerdo se llamaba Bräuchauslichtspiele [Cinematógrafos Cervecería]. Al western le faltaban grandes pedazos: la aclaración de que no es James Stewart, el abogado con delantal de cocina, sino en verdad John Wayne quien mata al bandido Liberty/Lee Marvin sólo la entendí al ver de nuevo la película.

Y sin embargo, alcanzaron los fragmentos discontinuos y los árboles susurraban en la noche delante del cine -probablemente castaños de cervecería- como nunca me habían susurrado los árboles desde la niñez. ¿Qué clase de susurro? Sólo así, los árboles susurraban sólo así. En aquel entonces no me demoré en mi camino de regreso, sino que fui a toda prisa por las calles periféricas entre Puntigam y St. Peter «sólo así», aunque más no fuera sobre la bicicleta.

Y ahora tengo una palabra más para el mundo realmente encantado por otra película: «apetitoso». Sí, después de T he Man Who Shot Liberty Valance se me abrió el apetito por el mundo: el viento, el asfalto, las estaciones del año, las estaciones de tren, y no sólo debido a las comidas apetitosas que sirve el ayudante de camarero James Stewart.

De muchas otras películas podría seguir contando lo mismo, de Irreconciliables y La muerte de Empédocles de Straub, Accatone y Mamma Roma de Pasolini, pero permaneceremos aquí en el terreno de las alusiones.

Y una alusión más: que el cine fue en algún momento un todo y así también era percibido, un drama psicológico igual a un western igual a un policial francés igual a una comedia igual a una vieja película de horror inglesa, y que entretanto, en vez de espectadores hay más y más sectarios: «¡no a Hollywood!», «¡no a Europa!», «Godard, el único!», «¡Greenaway sí, Wenders no!» (o al revés), «Bresson y Straub, los últimos!», «¡Kubelka, el único realmente vanguardista!».

En el cine de aquel entonces, tanto La notte como con John Wayne, con Pierrot le fou igual que con el monstruo Frankenstein, sabía yo quiénes eran mi gente. Ahora ya no lo sé más. Sigo yendo al cine de forma regular o más bien me pierdo regularmente en su dirección. Y tal vez sea un engaño, cuando en casi todas las películas aquel alimento del alma de aquel entonces se me antoja podrido hasta convertirse en una bazofia del alma [Seelenfrass], en el doble sentido de comida mala y de polilla que te carcome [Wurmfrass].

El crítico que hace poco escribió que el público actual se levantaría «en masa», como se dice, de películas de, por ejemplo, Antonioni probablemente tenga razón. En mi caso, vuelvo una y otra vez a no poder entender, cada vez que busqué la lejanía, huyendo del cine -triste paradoja- en el caso de una bazofia, que nunca se haya marchado conmigo ninguna masa de gente; en no pocas ocasiones me di vuelta hacia los otros espectadores en la sala mientras salía, buscando en vano seguidores, por muy pocos que fueran, mirada que luego quería ser de castigo, pero hete aquí que cientos de miradas, de un castigo muy diferente, ya se habían anticipado hacía mucho a la del fugitivo. Pero volvamos, en una palabra, a eso que el cine fue para mí alguna vez: qué grandiosos regresos al hogar experimenté después de esta o de aquella película, qué maravillosos regresos al hogar. Nada en el mundo me proporcionó regresos al hogar como después del cine, después de Tokyo monogatari , de Ozu, después de Andrei Rublev de Tarkovski, después de Mouchette de Bresson, después de Nazarín de Buñuel.

Regresos al hogar, donde el hogar era marcharse, regresos sin rumbo, que seguían más y más. Salmo, pues, del espectador a los dioses del cine: «¡Más películas para que haya más regresos al hogar!».

Traducción: Ariel Magnus

Lento en la sombra

Peter Handke
Eterna Cadencia.